Cultura: Sudáfrica ecléctica |
Ionatan Was |
Jaime Roos es un artista en el sentido más amplio de la palabra, según él mismo se define. Y tiene razón: su rico historial de compositor, músico y hasta productor así lo avalan como uno de los cantautores más destacados de la música popular uruguaya. También prestó su música para algunas películas (Luna de Avellaneda y El viaje hacia el mar entre otras); esta vez quiso ir más allá de la guitarra y el bajo, y libreta en mano, logró hacer su propia película, la de él y la de su hijo Yamandú (31 años, fotógrafo). La de 3 millones. Cuando un periodista uruguayo le pregunta a los Roos, apenas iniciada la película, qué pretendían hacer con la cámara encendida para todos lados, éstos le respondieron tímidamente que intentar hacer algún documental que retratase el paso de la selección uruguaya por Sudáfrica, cuando ni siquiera se había pasado de la primera fase. Era difícil imaginar, a esa altura, el resultado final, aunque vale decir que el documental no hubiese alcanzado la dimensión que tomó si el penal de Gyan terminaba besando las redes defendidas por Muslera. Pues bien, todo empieza en el aeropuerto en la fría noche del 4 de junio, momento en que la selección parte desde Carrasco. Todavía no estaba Yamandú (viajaba directo desde Holanda, país en que vivió su padre entre el 78 y el 84), entonces las imágenes vienen prestadas de Tenfield y del periodista-hincha Segrio Gorzy, con su clásica voz chirriante. Así empieza todo: compartiendo avión con jugadores, dirigentes, periodistas y otros hinchas privilegiados. Ya en suelo africano, padre e hijo se juntan después de más de un año, en un encuentro emotivo. Ahí sí entra en escena la cámara casera de Yamandú, quien en verdad no parece —en principio— ser el hijo de su padre: apenas puede balbucear alguna palabra en español, en cambio habla perfecto inglés; además, conoce poco del lejano país sudamericano, al cual cada tanto va de visita. Así empiezan a internarse en la aventura celeste. Y mientras esto ocurre, padre e hijo comparten vivencias, angustias y hasta se ríen irónicamente uno del otro. Sin embargo, este intimismo no va más allá de alguna corta escena, uno se queda con ganas de saber y ver un poco más, siendo tal vez un debe en este híbrido de situaciones que es la película. Porque no solo están el padre y el hijo. También están los partidos, la previa de los mismos, el después; prácticas, viajes, aviones, aeropuertos, paseos, personajes de acá y de allá… En un momento, al final, Jaime confiesa su cansancio luego de la maratón interminable de viajes, aeropuertos y partidos. Así, la acción transcurre ahí donde vaya la selección uruguaya: primero en Kimberley y luego en otras ciudades. El centro son los partidos, y lo demás es un puente entre cada uno de ellos. De cada uno de los juegos, el cantante hace de comentarista y dice lo suyo (con voz en off) mientras por la pantalla (imágenes prestadas de FIFA) pasan las mejores imágenes. Eso sí, conoce bien a los jugadores y sus virtudes: el «Cacha», el «Mono», «Palito» y los demás. Algo larga esta parte teniendo en cuenta la duración total. Obviamente que el último penal con Ghana es uno de los puntos álgidos. Va a patear Abreu, silencio sepulcral en la pantalla y en la sala. La pica, gol, semifinales, y el paroxismo futbolístico retratado por los Roos. Además de lo ya contado, también quedan a la vista personalidades ocultas, que no pasan del imaginario colectivo, de periodistas, dirigentes e hinchas que convivieron con el músico y el fotógrafo. Por ejemplo: J.C. Scelza (deja de lado la rectitud habitual), Federico Buysán (al principio, reticente con el técnico), Jorge Savia (queda claro por qué escribe), el histriónico Humberto Schiavone (haciendo preguntas de fútbol uruguayo), el propio Sebastián Bauzá ensayando algún paso de baile, o Ghiggia recordando el partido de Maracaná. Al final, Yamandú se vuelve a su Holanda natal, Jaime vuelve con los jugadores, y en el aeropuerto de Carrasco, ya con el cuarto puesto y el balón de oro en nuestras manos, se apaga la cámara. Solo falta una cosa: la caravana multitudinaria al ritmo de «vamo’ arriba la celeste», antes de los aplausos de los espectadores. Ficha técnica |
Al principio de la página |
Todos los artículos |