La familia, la primera ONG
Ana Selva Musso
 

Cuando hablamos de violencia, inseguridad, respeto, derechos, parece ser que estamos diciendo malas palabras. La verdadera historia es que muchos valores que antes se estimulaban y se generaban dentro del seno familiar se han visto desplazados a otros ámbitos como el colegio, los amigos, la calle. Ya sea por la falta de tiempo, falta de interés o la necesidad de no sentirnos «represores de nuestro hijos», hemos dejado en manos de otros la verdadera esencia de su educación. Los verbos se han hecho para usarse, por lo que si uno no se toma el tiempo para agradecer y decir gracias es muy poco probable que nuestros hijos agradezcan algo cuando se lo damos.

Es totalmente entendible que con la carga horaria de nuestros trabajos no queramos atosigarlos con la cantaleta de: bañate; guardá la ropa; arreglá tu cuarto; no le hables así a tu abuelo; sacá al perro; y un sinfín de actividades que los padres se cuelgan al hombro con tal de no aburrir a sus hijos. Sin darse cuenta que de eso se trata una familia. De cooperación, trabajo en equipo, cortesía, respeto. Es en la casa donde los valores nacen, crecen y se desarrollan. Son los valores simples los que harán de nuestros hijos seres humanos. Un niño que aprende a renunciar desde chico al control remoto porque el abuelo mira el informativo, será capaz de ceder su asiento en el ómnibus. Un niño que entienda que si todos cooperamos, luego de cenar podremos jugar un rato; sabrá trabajar en equipo con sus pares. Un niño que barra o riegue las plantas o una niña que lave el auto o pode el césped entenderá que no existe una tarea que no pueda realizar y comprenderá también que las cosas no tienen sexo. Así podríamos enumerar una infinidad de acciones, situaciones y temáticas que nos demuestren la necesidad imperiosa que tienen los niños, nuestros niños, de que sus padres no sean sus amigos. Ellos necesitan que les digamos que no, más de una vez. Que les enseñemos a frustrarse; que les demostremos que aunque no tengamos todo lo que queremos, podemos ser felices; que no necesitan de una agenda de vacaciones. Que es bueno y sano aburrirse. El niño tiene que entender que hay que ir a visitar al abuelo aunque esté enfermo o huela mal, porque es familia. El niño necesita saber que cuando se cae, estamos ahí para ayudarlo y demostrarle que se puede y que si se equivoca se lo vamos a decir y no vamos a mirar a la piedra y decirle «piedra mala». Seamos padres con paternidad responsable. Donde no nos importe el qué dirán y al final de la jornada cuando estemos por sentarnos a la mesa será gratificante ver que ellos son los que apagan la computadora o la tele para charlar…

 
 
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