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Martes 29 de noviembre de 2011, Yanet había ido con su hija a visitar unos amigos en la calle Nasazzi y Uruguayana, llegaron a las 21 hs., pero a las 22:45 cuando se despidieron para regresar a casa, al salir no encontraron su vehículo.

Este es el comienzo de una muy fea experiencia, de impotencia, la que pone frente a nuestros ojos el desastre en medio del cual vivimos.

Sus primeros pasos, dirigirse a la seccional 6ª a realizar la denuncia y el parte a Porto Seguros, a las 8.30 de la mañana siguiente recibe la llamada de la seccional 6ª y le informan que apareció su vehículo, le comentan que a esa misma hora en la zona había desaparecido una moto.

A las 9 de la mañana recibe la llamada de la seccional 19ª, le explican que hay un efectivo en el lugar donde apareció su vehículo, que vaya cuanto antes y lleve un remolque porque ya no tiene ruedas. Luego recibe nuevamente otra llamada de la seccional solicitándoles que no se demoraran, porque el lugar donde tienen que ir es muy peligroso y hay un efectivo esperando.

Antes del mediodía llegaron a la seccional 19ª, luego de conseguir otro vehículo, día que llovía mucho, no había ningún móvil disponible y fueron con su auto hasta el lugar en la calle Giralt y Yapeyú. Allí se detuvieron y el efectivo que los acompañó, ya que no los querían dejar ir solos por la peligrosidad del lugar, les dijo que uno se debía quedar dentro del vehículo, porque también podían perder este. Ella se quedó con el motor encendido por las dudas, viendo las caras de jóvenes cerca del auto, que se subían a volquetas y revoleaban botellas (sus ojos aún denotan las sensaciones que experimentó en ese momento).

Allí su esposo se dirigió al fondo de ese camino, sobre el Arroyo Miguelete, donde estaba lo que quedaba de su camioneta, en medio de insultos que emergían de todos lados. El efectivo que estaba esperando había sido apedreado y se resguardó en el interior de la camioneta, la que en las fotos luce los impactos de todas las piedras. Llegó el funcionario de Porto Seguros, quien sacó fotografías, retiraron la matrícula que quedaba y constataron que ya se habían llevado media camioneta. Volvieron sobre sus pasos y ya estando a algunos metros observaron una columna de humo que provenía de donde ellos venían, en ese momento lo que estaba ardiendo era su camioneta, o lo que quedaba de ella, que rápidamente había sido incendiada, tal vez para borrar las huellas.

En ese lugar quedaron los restos de la Asia Towner del año 97, patrimonio familiar, que con cariño recuerdan, la que había venido hasta con aire acondicionado de origen, mismo destino de otras tantas estructuras incendiadas que lucen allí.

Cabe preguntarse si aquella película Mad Max, donde el protagonista era Mel Gibson, no se habrá inspirado en una visión futurista de en lo que hoy se ha convertido la ciudad de Montevideo, mugre, desolación, impunidad, vandalismo, ante la mirada inoperante de una policía que solo puede ponerse a resguardo de pedradas y señalar allí hay una boca de pasta base, allí también hay otra, pero insiste, nosotros no podemos hacer nada.

Señor Bonomi, lo invitamos a darse una vueltita por este desguazadero de vehículos robados.