El negro Aladín y su as en la manga
Liber Trindade / Félix Tusso
 

Hace más de un año, recibo una llamada de una persona que leía mis notas en la prensa, que de alguna manera se sentía identificado con lo que yo escribía, y me invitó a jugar un partido de fútbol, para conocerme personalmente y presentarme a su grupo de amigos.

Ellos juegan dos o tres veces por semana, siendo el domingo a las 11 de la mañana, en Portones, el día que se juntan en especial los más veteranos. Este amigo que me invitó se llama Félix, tiene sesenta y cuatro años y es un placer verlo jugar dentro de la cancha, un derroche de energía, de talento, pero especialmente de alegría.

Fue así que durante los meses que pude me integré a ese lindo grupo, gente de sesenta, de cincuenta, muchos con sus hijos de veinte, algunos más pequeños de ocho años, con un manejo increíble de la pelota, capaces de hacernos pasar un papelón a los más duritos.

Cada domingo un juego muy agradable, muy amistoso, relajante, más allá que a las cuarenta y ocho horas te dolían todos los músculos, pero me hizo revivir también aquellos lindos momentos, cuando dos años antes había organizado un campeonato nacional de fútbol 5 entre los clubes rotarios del Uruguay y congregaba a muchas familias de distintos puntos del país, pero por Dios, cómo se siente el paso de cada año, más con la locura con la que vivimos.

En el fin de año del 2010, asistí a la despedida que hizo Félix con todos los amigos del fútbol, momento de reencuentro, de reflexión, de anécdotas, entre ellas las de aquellos que abrían su camisa y literalmente los habían abierto al medio para operarlos del corazón, otros que todavía estaban en rehabilitación, gente muy joven de cincuenta, sesenta años. Esto te sacude dramáticamente, porque aún estando diez años por debajo de ellos, te muestra que de alguna manera tan expuestos estamos, del pequeño hilo que nos prende a este mundo.

Este fin de año nuevamente asistí a la reunión con estos amigos, que han seguido su ritual deportivo todo el año, les llevé Al día para el momento de su descanso muscular, otra muy linda reunión, con gente muy linda, como Félix, que lo siento amigo de toda la vida.

Esta semana estando de licencia, recibo las líneas que copio más abajo, que eran de Félix y que quiero compartir con todos ustedes, porque en definitiva hablan de la esencia de este lindo grupo. Espero que haya muchos más como este a lo largo y ancho del país, porque nos retratan aquel país solidario en el que todos queremos vivir y nos hacen recordar qué tan importante es vivir con pasión cada minuto de nuestras vidas. Vaya mi gran abrazo y energía para Aladín, deseando su pronta recuperación.

Liber Trindade

Queridos amigos: Un gran amigo de nuestro grupo del fútbol me hizo ver una realidad, que de repente debido a mi edad y por pertenecer a otra generación diferente a la de ustedes no conseguí observar en su momento, y hoy reconozco que estaba equivocado. Como decía Sócrates el filósofo: «Solo sé que no sé nada».

No todos reaccionamos de la misma manera ante circunstancias graves o momentos críticos, donde la vida de un gran amigo o familiar está en juego y todo depende de segundos. Unos tomamos las cosas de una manera, y otros la toman de manera diferente. Lo que recomiendo a ustedes que son jóvenes es recordar siempre que somos «humanos», en el sentido más puro de la palabra, y que debemos actuar como tales. Por algún motivo tenemos corazón: para dar amor, dar cariño, y ser sensibles. Puede tratarse solamente de un «colega» del fútbol y de repente no amigo para algunos, pero que es un ser humano nadie lo puede colocar en duda.

Pero lo más importante es que ese amigo que estaba muerto en el medio de la cancha, fue traído nuevamente a esta vida y a este mundo gracias a lo que cualquiera de nosotros puede llegar a pensar.

Yo personalmente creo que volvió del otro lado gracias a las fervorosas oraciones y al denodado esfuerzo de los médicos. Otros pueden llegar a pensar que volvió sólo debido al esfuerzo de los médicos. Otros de repente piensan que tuvo suerte y no era el momento de irse de este mundo. Queda a criterio de cada uno pensar el motivo.

Les anexo primero un texto que escribió Miguel, y que en mi condición de veterano si tuviese que darle una nota de 1 a 10 le daría una nota 20. Cada uno le dará su nota. Al mismo tiempo, les envío una foto que se sacó Nicasio con Aladín el sábado en el hospital. Ayer tuve la oportunidad de visitarlo, ya estaba sin la máscara de oxígeno, y comenzando a caminar.

Para quien no sabe, Aladín tuvo una parada cardiorrespiratoria el viernes 23 mientras jugaba al fútbol en Portones. Estaba muerto y lo trajeron a la vida nuevamente. Fue internado en el CTI en coma inducido. Le colocaron tres bypass y está teniendo una recuperación milagrosa (para aquellos que creen en Dios, claro).

Ayer le dijeron que estaba con un nivel un poco bajo de glóbulos blancos, pero seguramente se deba a la sangre que puede haber perdido durante la cirugía, por lo que todo hace pensar que en los próximos días ya alcanzará los niveles normales. Habrá que esperar nuevos exámenes, pero todo indica que no quedarán secuelas (por lo menos importantes).

Está en Casa de Galicia por uno o dos días más, pero sería preferible que no se le visite pues su familia es muy numerosa y al final de la visita queda agitado y extenuado. Eso le hace mal. Ayer cuando fuimos con Nicasio, la enfermera nos sacó tarjeta roja, advirtiéndonos que eso no era una fiesta. Y es la realidad. La enfermera aún no se dio cuenta de que el único que habla es él.
Abrazos, Félix.

El negro Aladín es de esos jugadores que todos los clubes desearían tener en sus filas, estoy seguro de que si hubiese jugado en Nacional, Peñarol estaría haciendo cola para tenerlo, es de esos jugadores indispensables en cada equipo, nació con un don como nacen todos los cracs.

Es un jugador con una técnica exquisita que la ejecuta con una naturalidad y alegría que la hace ver desde afuera como si fuese muy fácil, posee una amplia visión del campo, por momentos juega con una tranquilidad pasmosa, fría y calculadora, que contrasta con su yo interior rápido y pasional.

Juega al fútbol como juegan los grandes ajedrecistas del mundo, siempre está una jugada más adelante que todos; tiene algo excepcional —algo raro— que nunca vi en ninguno de los grandes jugadores de la historia, que aparte de organizar el juego es un jugador también de marca. Juega… toca… arma… y por encima de todo, marca, destruye jugadas del atacante con limpieza y guapeza. ¡Que la parió…! ¡Siempre con un as en la manga!
Recuerdo muchas veces en los partidos difíciles —como este—, que son finales, que son de rompe y raja, que son de vida y muerte, donde faltando un minuto para terminar el partido… el juez mirando el reloj… el estadio parado, y él se despacha con un zurdazo y la clava en ángulo desde cuarenta metros. ¡Que la parió…! ¡Siempre con un as en la manga!
Cuando en el equipo se juega con él, uno se siente más confiado y descansado, porque sabe que tiene un jugador excepcional, que al final puede salirse con un domingo siete y como un mago sacar un gol de la galera. El negro Aladín tiene como una sonrisa dibujada en su rostro, como una alegría que transmite a su fútbol y a sus compañeros, lo percibimos a cada momento, cuando corta la pelota y sus adversarios siguen de largo, cuando en una baldosa la pisa y deja en tendal a dos o tres rivales, o cuando con su cabecita levantada te ve sin mirar y picándola, te coloca esos pases de cuarenta metros… ahí donde se la pediste… en el pecho. ¡Que la parió…! ¡Siempre con un as en la manga!
Después… vino esa jugada… esa maldita jugada que uno nunca espera, ese jugador sucio y malintencionado, contrario a la vida, ese que te hizo esa zancadilla pensando en sacarte de la cancha para siempre… pero claro, no te conocía…

Tú respirabas con dificultad y tratabas de reincorporarte, insistías con terquedad, con ese don de líder y capitán como queriéndonos decir… «Vamos muchachos que el partido no se termina hasta que el juez toque su último pitazo».

Y así seguiste durante esos minutos, eternos, interminables, que parecían horas, luchando para seguir en la cancha de la vida y terminar de ganar ese partido que estoy seguro que fue el más importante y difícil que hayas jugado jamás.

¡Que la parió…! ¡Siempre con un as en la manga! Por momentos te vi como aflojando y quería gritarte: vamos arriba… fuerza, carajo… no te quedes… no te duermas… meté un poco más que falta poco… seguí… dale… por favor sacá ese as de la manga…  Y nada…
Me fui a mi casa con la esperanza de que reaccionaras y nos sorprendieras —como siempre— con esa jugada descollante… Para todos, el partido continuó y tú tozudamente continuabas haciendo jugadas y moñas increíbles, empecinado en ganar este partido como la gran final del mundo, como en realidad juegas todos los partidos.

Negro, este partido lo jugamos todos, pero el que se puso el cuadro al hombro fuiste tú; nosotros únicamente soñábamos que estábamos ahí, junto contigo apoyándote y gritándote, seguí… meté la pata… seguí más… no aflojes… y ahí en el último instante faltando un minuto para que termine ese partido trascendental de tu vida, recibiste un centro del puntero izquierdo impecable, de alguien que siempre está a tu lado y que se lo ve únicamente a través de la fe… y tú tirándote en palomita, la cabeceaste y la metiste en el ángulo, increíblemente, el último marcador salía del área con su mano levantada pidiendo a gritos offside, offside. Negro, si serás crac que con una pisada y un cañito eludiste a esa… puta de la muerte… y la dejaste con las manos vacías y todavía vergonzosamente pidiendo offside. Negro… qué partidazo jugaste… qué partido ganaste… qué partido ganamos… Nos dejaste a todos llorando de alegría, por esa increíble costumbre de sorprendernos… con tu as en la manga… Para ubicarnos a todos nuevamente en la cancha de la vida. 

Un abrazo, tus amigos del fútbol y de la vida…

 
 
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