De aquí en más, ¿qué?
Ramiro Gómez
 

Estamos como país detenidos ante un inmenso cúmulo de sinrazones y sinsentidos originarios de todas las penurias actuales: no valores, no seguridad, no orden, no controles, no educación, sobre los cuales no podemos vivir como nación y menos aún como sociedad.

Ello sucede porque la democracia es solamente una forma de gobierno y no una ideología, más aún con esta democracia prostituida, violada por cuanto recoveco tiene, ahogada en su propia agonía, no defendida más por nadie, dejada abandonada como perro chico recién nacido y no querido.

¿Cuándo fue que perdimos nuestra democracia a la uruguaya, respetada, orgullosa, fuerte y real?, empezamos a perderla cuando lo más preciado que teníamos, nuestra educación pública, cayó en el abandono tornándose en una generadora de «no cultura», en una pasantía sin salario careciendo paulatinamente de valor y esfuerzo, sustituidos por la facilidad y el pasaje por sí en forma anodina, emparentándose con el hastío.

Ello generó educandos vacíos de razonamiento, sin lógica de vida y sin razón de discernimiento, formando «entes» vivos, facilistas y simplistas, acostumbrados a recibir prebendas únicamente por ser y estar (o sea sin esfuerzo).

Existe en la sociedad uruguaya, entonces, una gran franja de personas inocua a la que se agrega otra de adultos a los que el Gobierno les «obsequia» varios ítems sin control, lo que se transforma en insumos consumistas no necesarios.

Sumados a ellos están los que realmente trabajan soportando una carga impositiva feroz, obligándolos a continuar en ese camino y así intentar una y otra vez superarse y sobrevivir, desfalleciendo en ello.

¿Cuál es la finalidad de los Gobiernos?

¡¡Velar por la seguridad y el bienestar de los ciudadanos!!

Esta premisa no se cumple en mi país, por el contrario nos va empujando una vez sí y otra también hacia un caos ineludible y una vez allí se hará harto difícil salir, si no ya imposible, al tener una sociedad anestesiada en su mayoría, esa claque que vive del jolgorio pago, llámese no educación, no sacrificio, no valores, no hábitos de trabajo y muchos noes más, a lo que se agrega la intentona marihuanesca (¡pfffffff!) para coayudar en la coherencia de este nefasto proceso.

 
 
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