Más y mejor Mercosur, ¿comercial, jurídico o político?
Jorge Castro Latorre
 

Estos días vimos con asombro todos los uruguayos cómo nuestro presidente ha intentado apagar una serie de incendios (que bien podría decirse que él mismo los inició) con nafta. Al voto negativo de Semproni respondió con el impuesto a las tierras, a la marcha por seguridad del 14 de mayo respondió primero con indiferencia, y luego del resultado de la interna frentista, con la expulsión de los ministros Lescano y Muslera de Turismo y Vivienda respectivamente, a todo el descalabro provocado respondió con la marihuana, y a ese escándalo respondió con lo del Mercosur, y a ello con Pluna. Pero hoy trataremos el proceso del Mercosur. Pluna quedará para otro análisis.

«Es una campaña para cambiar el proceso de integración del Mercosur por la Unasur, que es una integración política ideológica, de otra manera no se puede entender la actitud del Sr. presidente de la República José Mujica al ceder a las presiones de Argentina y Brasil en las personas de sus presidentes Cristina Fernández y Dilma Rousseff». Palabras del senador Tabaré Viera.

Creado en Asunción en 1991, los primeros pasos los dieron los países mayores del bloque en Foz de Iguazú el 30/11/85. Uruguay mantenía desde el regreso a la democracia convenios comerciales diferentes, el CAUCE y el PEC con Argentina y Brasil respectivamente. Fue el entonces presidente de la República Dr. Luis Alberto Lacalle de Herrera quien en una muy buena jugada política se subió al tren de la integración, sumando al Paraguay. Para ello reunió a todos los líderes de las fuerzas políticas uruguayas y por unanimidad logró el necesario apoyo para que el país se sumara al proyecto integrador, el que desde un inicio fue considerado un proceso de fuerte integración económica, una unión aduanera imperfecta pero que potenciara el desarrollo y el trabajo uruguayo destinado a competir y abrirse al mundo.

La primera administración del Dr. Julio María Sanguinetti debió de poner la casa en orden luego del quiebre institucional, mientras que en la segunda administración Lacalle comenzó un muy fuerte camino de reformas, las que fueron fuertemente rechazadas por las fuerzas de izquierda del Frente Amplio, que sin embargo en la persona de su líder, el general Líber Seregni, se embarcaron en el proceso de integración. Muy activa participación le cupo al hoy senador Sergio Abreu, canciller de la República en aquella Administración, trabajosa y ardua tarea le tocó y la llevó adelante con gran éxito sin dudas, pensando primero en el país, cuando en la mesa de negociaciones se retiró dando un portazo, logrando con su actitud que nuestro país fuera respetado en sus posturas, mas allá del tamaño, haciendo valer el derecho como nación. Los países no tienen amigos, tienen intereses, y el Uruguay haría valer los suyos.

Con tropiezos pero avanzando, así se fue gestando el camino de la integración, hasta que el 13 de enero de 1999 el presidente del Brasil Fernando Henrique Cardozo dio un tremendo sacudón con su brutal devaluación sin previo aviso a sus socios. En Uruguay se venía gestando un muy fuerte atraso cambiario y Sanguinetti en la estancia Anchorena, donde recibió a los periodistas, manifestó que no se devaluaría, teníamos el grado inversor y estábamos financiados. Así lo ratificó el ministro Luis Mosca, pero las exportaciones uruguayas comenzaron a tambalear, la vestimenta sufrió muchísimo el shock externo exportador, que ya arrastraba por el bajo valor del dólar que generaba una muy fuerte revaluación del peso, con costos altos, imposibles de absorber, comenzando allí la simiente de los graves problemas que le tocarían enfrentar al Dr. Jorge Luis Batlle Ibáñez en su presidencia, ya con toda la problemática argentina desatada luego del sueño del uno a uno de Carlos Menem.

Instalado ya el presidente Jorge Batlle, se encontró al poco tiempo de asumir con todos los desequilibrios macroeconómicos de la región desatados en sendas crisis, las corridas bancarias, los corralitos, la aftosa, la pesificación, entre otros, sufriendo nuestro país la peor crisis económica de su historia, altos niveles de emigración, pérdidas de fuentes laborales, desempleo, marginalidad, y casi el seguro crac definitivo a su viabilidad como país, cuando en medio de toda la vorágine económica y social el Dr. Tabaré Vázquez pedía el default. Pero sin dudas el equipo económico y las fuertes convicciones republicanas del Dr. Batlle salvaron a la nación, con aquel mentado préstamo puente de George Bush por 1.500 millones de dólares, que dieron el tiempo y respaldo suficiente para parar la corrida bancaria y permitieron luego de aprobadas leyes salir del abismo, como muy bien Carlos Steneri expresara en su libro(1), donde relata con total precisión toda la salida de la crisis. Mientras, en Argentina en 2001 se tuvieron en pocos días cinco presidentes: a la salida de De la Rúa, la llegada de Puertas y de Rodríguez Saa —el que decretara el default de la deuda externa Argentina— y la transición hasta la llegada de Duhalde, que comenzó a poner la casa en orden. Paraguay merece un  capítulo aparte, por sus continuos conflictos políticos, que dieron lugar a la cláusula democrática de las naciones del Mercosur, pero en ningún momento se puso en duda todo el proceso de legalidad en la integración, incluso aun con la desaprobación primera de Brasil, el Uruguay logró a través de su presidente el Dr. Jorge Batlle firmar un acuerdo de libre comercio con México, demostrando que ese era el camino, abrirnos al mundo y no convertir al Mercosur en una jaula de oro para el Uruguay.

La llegada de la izquierda de la mano de Tabaré Vázquez cambió las relaciones desde el arco virtuoso del canciller Gargano  al «más y mejor Mercosur» de Vázquez. La situación se fue complicando y tensando. Argentina corta los puentes por la instalación de la pastera Botnia. Vázquez se había comprometido con Kirchner a no dejarla construir, esa mentira nos costó cuatro años de puentes cortados, la mirada indiferente del Brasil de Lula y la comprensión del Paraguay que muy poco podía hacer. El Mercosur se fue deshilachando, sumado Venezuela en 2006 ya que el Parlamento uruguayo en un solo día ratificó su ingreso, cosa que solo la mayoría frenteamplista votó, Argentina lo hizo un año después y Brasil tres años después, mientras que el Parlamento paraguayo jamás lo hizo.
Vázquez intentó acordar un Tratado de Libre Comercio (TLC) con Estados Unidos que la propia izquierda le frenó, además de la intempestiva visita del canciller brasilero Celso Amorim manifestando que Brasil se opondría, demostrando todo el peso de Itamaraty(2) en la política brasileña en el Mercosur.

Llegado Mujica al segundo Gobierno del Frente Amplio, comenzó un muy rápido acercamiento con Argentina, luego del fallo del Tribunal de Justicia de La Haya que garantizaba los derechos legítimos del Uruguay a su crecimiento y a la instalación de la planta de Botnia, hoy UPM. Lo que en un principio derivó en acciones favorables de Argentina al Uruguay, luego se volvieron todos palos, frenos a nuestras exportaciones, frenos al crecimiento de Nueva Palmira, a la publicación de los informes técnicos de la contaminación del Río, el pretendido aumento del arancel externo común, el dragado de Martín García, entre otros problemas, las trabas de Brasil a las autopartes, el arroz, que nos muestran a un Uruguay y a su presidente José Mujica en una muy grande debilidad, enérgico en la interna y débil, muy débil con sus vecinos. Luego, la llegada del juicio político a Lugo en Paraguay, que desemboca en la suspensión del país mediterráneo de todos los foros del Mercosur, e increíblemente quien debe apoyar la legalidad al máximo, el Uruguay, es el que en la persona de su presidente se prosterna ante los poderosos y cede Derecho, permitiendo el ingreso a Venezuela, en un claro gesto político ideológico que contraviene todos los arduos intentos legalistas del Mercosur por una integración mayor, la Unasur, carente de los respaldos legales que las naciones se habían dado a sí mismas. Pero lo más grave del episodio es la justificación dada por nuestro presidente José Mujica: «Lo político está por encima de lo jurídico», y como muy bien le respondió el Sr. senador José Amorín Batlle, «eso es lo que dicen los golpistas, cuando alguien da un golpe de Estado, lo que dicen es que lo político está por encima de lo jurídico, cuando dejamos lo jurídico, lo institucional y dejamos la Constitución en segunda fila, aparecen los golpistas, el Presidente habló como un golpista».

 

(1). «Al borde del abismo. Uruguay y la gran crisis del 2002-2003», Ediciones de la Banda Oriental. (N. del E.)
(2). Palacio de Itamaraty, sede del Ministerio de Relaciones Exteriores de Brasil. (N. del E.)

 
 
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