Los convencionales tienen la palabra
Miguel Manzi
 
La Convención Nacional del Partido Colorado deberá resolver si dejamos todo como está y vuelve a ganar el Frente, o hacemos el acuerdo con los blancos y empieza a cambiar el viento.

Milito en el Partido Colorado desde 1980, cuando Ope Pasquet me llevó al diario El Día y Jorge Otero hizo publicar mi primera columna política (en la página editorial, al lado de la foto de don Pepe; me saltaban los botones de la camisa…). El título de la columna era «¿Sabremos cumplir?» y patrocinaba el voto por «No» al proyecto de reforma constitucional de la dictadura que se plebiscitaba aquel año. En las internas de 1982 fui electo convencional nacional y departamental por «Libertad y Cambio», y no abandoné esa condición hasta que abandoné el país, en 1995, correteado por dos derrotas electorales ilevantables. Fueron quince años de lucha, primero contra la dictadura, después por la mayoría partidaria, más tarde por el Gobierno del Partido, entregando vida y hacienda con fervor, convicción y alegría; paladeando las mieles de la victoria y tragando las hieles de la derrota; desde el Gobierno y desde la oposición; haciendo de todo, librando mil batallas, contestatario siempre pero siempre orgánico, colorado sin redención. Durante los diecisiete años en el exterior, sostuve mi compromiso partidario colaborando de todas las maneras que permite la distancia. En mi periplo recorrí varias latitudes, conocí realidades mejores y peores, aprendí unas cuantas cosas, y volví más colorado que nunca. Estoy persuadido de que es necesaria una vigorosa presencia colorada y batllista en el sistema político, en la sociedad, en el país, para encontrar el rumbo que nos conduzca a la mejor versión de nosotros mismos, que no es esta de colectividad fracturada, crecientemente embrutecida y burdamente hedonista, parejamente, desde el Marconi hasta Carrasco (no he salido mucho al interior…). El Partido Colorado-Batllismo, el modo de pensar y de actuar colorado-batllista, en feraz (y a veces feroz) dialéctica con el Partido Nacional, fue el que orientó a la República en los tres o cuatro grandes cruces de caminos que enfrentamos en nuestra corta existencia como nación independiente. Y es ese modo, creo yo, el que debemos intentar que prevalezca una vez más, en esta larguísima transición hacia una nueva e imperativa modernidad. La tarea es urgente, perentoria, inaplazable. Cada día que pasa es un día en contra. Y cada elección, ni te digo. El Partido Colorado-Batllismo no es un cenáculo académico, ni una iglesia evangélica, ni una célula de acción directa; es un partido político, que tiene al gobierno en su ADN; que es malo (malísimo) haciendo oposición, porque respeta demasiado al Estado, a las instituciones, a la ley, al derecho; que es bueno (buenísimo) gobernando, porque respeta demasiado al Estado, a las instituciones, a la ley, al derecho; pero además porque tiene un sólido subsuelo ideológico cimentado de liberalismo, democratismo y republicanismo; una amplia planta baja programática alhajada de pragmatismo, reformismo y progresismo; y una luminosa terraza idealista, donde hay espacio para que florezcan todas las buenas ideas y todas las buenas prácticas que hacen a los pueblos más prósperos, más nobles, más felices. Una sola cosa es necesaria para seguir levantando el edificio: ganar. ¿De cualquier modo y a cualquier precio? ¿El fin justifica los medios? No, nada de eso. Aplicando todos los recursos legítimos en una justa lid electoral, pero todos, sin renunciar a ninguno, porque estamos en situación de emergencia: el país necesita Partido Colorado-Batllismo urgentemente, necesita liberalismo, democratismo, republicanismo, pragmatismo, reformismo, progresismo, idealismo.

Todos los recursos, en todos los frentes

Hay que ganar en el país, y a eso están dedicados otros mejores que yo. Pero hay que ganar también en los departamentos y, entre todos, muy especialmente en Montevideo, de eso específico agregado en múltiples planos. Sin embargo, precisamente en Montevideo, la coalición gobernante ha consolidado la figura que la academia caracteriza como de «partido hegemónico»: hace cinco elecciones que gana por goleada. Otro día podemos explorar las causas; ahora estamos hablando de los datos duros, que se muestran en el cuadro #1. O si prefieren, en gráfico de barras (ver cuadro #2). O si les gusta más, en promedios (ver cuadro #3).

 
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Dados estos guarismos, no de modo excepcional, sino en una serie larga, por más imaginación y buena voluntad que se ponga, ni el Partido Colorado (PC) ni el Partido Nacional (PN) pueden aspirar a ganarle al Frente Amplio (FA) con la urgencia que la emergencia reclama. Sencillamente, no dan los números, ni en la fantasía más afiebrada del más entusiasta de los partidarios. Así lo ratifican también las encuestas: en mayo, Cifra midió las intenciones de voto en Montevideo: FA 36 %, PN 15 %, PC 9 %, PI [Partido Independiente] 2 %, indecisos 36 %; pero ojo: el 46 % está dispuesto a votar en el marco de un acuerdo entre el Partido Colorado y el Partido Nacional. O sea: blancos y colorados, separados, sumamos 24 %, pero juntos, 46 %; la coalición resulta en casi el doble que la suma de las partes, ¡antes de constituirse! Claramente, «peligramos ganar». Esto es lo que debe resolver la Convención Nacional del Partido Colorado, que se reunirá el 7 de septiembre para discutir, y después para votar: si dejamos todo como está y vuelve a ganar el Frente, o hacemos el acuerdo con los blancos y empieza a cambiar el viento.  ¿Que no somos lo mismo blancos y colorados? Por supuesto que no. ¿Que no puede ser una coalición meramente electoral sino que debe sustentarse en acuerdos programáticos? Por supuesto que sí. Dije que se trata de encarar nuestras obligaciones urgentes con todos los recursos disponibles; tal el imperativo de la coalición para Montevideo (para el país está el balotaje). Vamos a ganarle al Frente con los votos blancos, y vamos a ganarle a los blancos con los votos colorados; y después vamos a gobernar todos a una, con lo mejor de cada cual, que la tarea es gigantesca. Coraje, decisión, responsabilidad; nos respaldan 180 años de historia. ||

 
 
 
 
 
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