Permisividad, la cura de todos los males
Editorial agosto 2013 | Liber Trindade
 
La solución del momento: simplemente la permisividad. Todo se permite, sea bueno o malo.

El miércoles había ido a filmar la conferencia que dieron tres jóvenes cubanos, en la que contaron la realidad que se vive en Cuba, la falta de libertad, una terrible dictadura para todos aquellos que día a día podemos elegir qué es lo que queremos hacer, adónde ir, con quién charlar o simplemente escribir lo que pensamos. Al terminar este evento, cuando salí a la calle estaba lloviendo. Había estacionado a un par de cuadras, hacía mucho frío, el agua por momentos era muy intensa, lo que hacía que caminara buscando los aleros para protegerme un poco y es allí donde vas encontrando una realidad tristísima, ir esquivando gente tirada en el piso bajo cartones. No hablo de uno o de dos, sino de muchos, como los vemos por toda la ciudad.
Hace pocos días, un sábado de tarde, era muy intenso el frío, la sensación térmica rondaba los cero grados, te calaba los huesos el viento y a medida que me desplazaba manejando iba viendo gente indigente durmiendo por varios lados. Fui anotando el lugar donde estaban y llamé al 0800 8798, línea del Ministerio de Desarrollo Social (Mides). En este número te atiende una grabadora que te indica: «Usted se ha comunicado con Mides situación de calle, por favor, deje su nombre, dirección exacta y barrio donde se encuentra la persona que desea reportar, enviaremos el reporte a la brevedad, muchas gracias». Allí grabé las direcciones y cantidad de personas que vi, dentro de la frialdad de las grabaciones en contestadoras, tal vez acorde a la temperatura de esa tarde.

Cada día podemos ver por ejemplo en Av. Italia y Bulevar Batlle y Ordóñez varias personas durmiendo bajo el alero de un bar que cerró hace un par de meses, pero además en medio de un terrible basural que dejan a diario (http://youtu.be/ xUb9J08cAPA). Un par de semanas atrás me detuve a ver lo que estaba pasando y encontré a dos personas, una apoderada del local y la otra reparando la puerta, ya que intrusos la habían roto parcialmente para ingresar a drogarse, situación que he podido observar por ejemplo en apartamentos de planta baja de Euskalerría, donde irrumpen mediante roturas en apartamentos vacíos, reciclan en el lugar y lucen una cantidad impresionante de jeringas tiradas en el piso.

Pero todo esto parece entrar en el estado de anestesia emocional colectivo de nuestra sociedad o inmunidad que han desarrollado otros, sin duda el poder político, para no tomar acciones ante todo lo que está pasando.

La solución del momento, simplemente la permisividad: todo se permite, sea bueno o malo. Lo bueno pasa desapercibido ya que lo malo gana prensa, está de moda, todo vale. Marcar esos elementos negativos solo te convierte para muchos en un agrio, en un resentido, jamás en alguien que cree en la forma correcta de hacer las cosas, en la educación, en el control y en la aplicación del rigor.

En una ciudad como Montevideo los ejemplos abundan de todo lo que no se debe hacer y que no se controla o se mira para el costado. Recorrer gran parte de la ciudad y encontrar a un motociclista usando casco es algo muy raro, tal vez más normal es ver a tres y hasta cuatro ocupantes en una moto, carros conducidos por menores, o con muchos niños arriba, camiones transportando personal en cantidad en su caja abierta —como lo hace el PIT-CNT con quienes pintan los muros y lucen uniformes de la central obrera—, ómnibus que circulan por la ciudad con sus puertas abiertas cargados de hinchas descontrolados que van a ver un partido de fútbol, allí tampoco existen las normas de tránsito para esos vehículos. Pero el tema es qué dice la gente a todo esto, de una u otra manera lo justifica. Está bien que destrocen un ómnibus, no importa si es del transporte público, cuya renovación de flotas pagamos con nuestros impuestos; los accidentes en los que intervienen motos son más del 50 % del total pero no importa, se sigue vendiendo sin control; un mundo que debe avanzar en seguridad vial y Uruguay que castiga a la seguridad con impuestos y libera del pago de la patente a los vehículos anteriores al año 1975 y pone una patente casi irrisoria para otra cantidad de autos viejos, nuestras calles se saturan y no saben cómo solucionar el problema que ayudaron a crear.

En un país todo pasa por la educación, bueno, en realidad debería, porque acá la educación se cayó a pedazos, no importa que sea pública o privada. Ya no da con pagar, no por pagar te atienden bien cuando vas a comer, parece que debés suplicar que te traigan la carta, un refresco, ni que hablar a la hora de pedir la cuenta. Hoy vas por ejemplo al Portones Shopping y varios minutos antes del cierre ya te apagaron las luces y pusieron el cartel de cerrado, ya no se respeta nada, ni horarios, ya parece todo público como el Banco de Previsión Social, que ya un par de horas antes del cierre no da números para atender.

La ley del menor esfuerzo nos tomó por asalto, en un largo deterioro social que corta transversalmente a la sociedad. Despachos en el Parlamento vacíos que no abren nunca, otros tantos como en la Junta Departamental, donde flota espeso el humo del cigarrillo, al igual que en tantas otras oficinas de comercios o incluso esta semana en una barraca de Pocitos, donde el dueño estaba en el salón de ventas fumando.

Pero bien, siempre aprendimos con el ejemplo, el tema es que cada vez quedan menos oasis donde se imparta, y donde lo bueno no haga ver a los chicos como simples giles que no le siguen la corriente a la masa, a la moda. Si tuviéramos la oportunidad como en aquella película Volver al futuro, de regresar en el tiempo para corregir el momento en el que se comenzó con este proceso para intentar solucionar los problemas de nuestro presente, no encontraríamos la fecha para indicarle a esa máquina nuestro viaje. Solo traería más debates sin sentido, si esa fecha corresponde al neoliberalismo de los años 90, o a los 70, o a la crisis del 2002. Lo cierto es que son varias las generaciones que se han quedado sin un modelo de referencia. Uno se pregunta por ejemplo si los docentes que estaban ocupando esta semana no sienten vergüenza de su apariencia, que está tan lejos del modelo de una persona que tiene la responsabilidad de educar a nuestros chicos. Cómo puede ser que en una escuela los padres pidan a la dirección que le solicite a una maestra que se bañe porque los gurises no bancan su olor. Esto es decadencia total y siempre es mucho más fácil destruir que construir, la construcción tiene etapas, tiempos, hay que volver a creer en algo que se destruyó por hacer experimentos, que en realidad simplemente reflejan planes, porque no hay forma de hacer tan mal las cosas como se ha hecho sistemáticamente en los últimos años.

Tenemos todo para ser un gran país, pero lo que se toca no se aprovecha o se administra mal, rutas destrozadas, cauces de agua en todo el país totalmente contaminados, uso indebido de agrotóxicos, hace poco millones de abejas muertas acá a pocos kilómetros, ahora quieren comenzar a hacer un gran destrozo con la megaminería... No pueden controlar la asistencia de los ñoquis, menos podrán con ese despliegue de poder.

«Houston, tenemos un problema» creo que es una buena expresión ahora que somos adoradores de los organismos internacionales. ||
 
 
 
 
 
 
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