Política y Derecho |
Daniel Volpi Avedutto |
En la Facultad de Derecho no se enseña técnica legislativa. El hacer leyes, más que una cuestión de la ciencia jurídica, es antes que nada una cuestión política, y también, social y económica. |
Hasta hace muy pocos años, los políticos eran en su mayoría abogados; esto hace pensar que los que llegan al poder deben ser abogados. La amplia mayoría de los presidentes del Uruguay fueron abogados, pero esa condición nunca fue un requisito constitucional, fueron circunstancias que se dieron, nada más. Existen errores lamentables sobre esto. Primero, creer que los abogados que están en el Parlamento van a actuar de acuerdo a la ciencia o la técnica jurídicas. Y eso no tiene ningún respaldo: los abogados que integran el Parlamento tienen que actuar de acuerdo a la lógica de la política, lo cual significa que si estuviera en conflicto el interés político de su partido con las exigencias de la técnica jurídica, la que pierde es la técnica. Es lo que corresponde, porque le deben lealtad al partido que los puso en la lista, a los votantes que los eligieron, y a quienes han hecho acuerdos con ellos. En tercer lugar, el error más grave consiste en creer que los abogados o escribanos, por tener el título de tales, saben redactar leyes, cuando en nuestra Facultad de Derecho pública, al igual que en todas las facultades de derecho uruguayas, no se enseña técnica legislativa; por lo tanto no tendrían ninguna ventaja para redactar leyes. Así que frente a todo este malentendido en torno a la relación entre Abogacía y Legislación, es mejor que sean vistas lo más separadamente posible como profesiones, lo cual no quiere decir que esté en contra de que abogados y escribanos sean legisladores; quiero llamar la atención acerca del error de ver al legislador como una manifestación de la abogacía. |
Para tener una buena actuación como legislador no es tan importante la ciencia, sino la conciencia. |
Decía el mencionado catedrático que cuando un abogado entra al Parlamento en realidad ha cambiado de profesión y se dedica a la Política, es lo que tiene que hacer. Y cuando llega el momento de dar forma jurídica a los consensos políticos, lo deseable sería que el Parlamento contase con el asesoramiento del mejor especialista en el tema, sin importar si pertenece a tal o cual partido. La técnica legislativa en realidad es lo mismo que sucede en la vida privada. Por ejemplo, la gente no elige al profesional porque es de su propio partido, elige al más capaz, o al que sepa más del tema; que sea afín a su ideología es secundario. Sin embargo, la mayoría de los ciudadanos uruguayos sigue creyendo que para hacer leyes hay que consultar a los juristas (abogados o escribanos) que «estén de acuerdo en hacer lo que yo quiera que hagan», y eso es lo peor que puede suceder. Sarlo ponía el ejemplo del que va a comprar un inmueble. Si yo fuera a comprar una casa, nunca se me ocurriría recurrir a un escribano que siempre hiciera lo que yo le pido; lo ideal es elegir un escribano que haga lo que tenga que hacer conforme la técnica que él domina, para lograr el fin que me propongo, esto es, que la casa sea de mi propiedad, y no me la vayan a quitar dentro de unos años. En técnica legislativa es exactamente lo mismo. Si se quiere hacer una ley, una vez definida la voluntad política con que se quiere legislar, tendría que intervenir un equipo de técnicos en legislación, integrado no solo por abogados, sino también por sociólogos, que saben del impacto de las normas sobre la sociedad, y por economistas, que evalúan el costo en implementar una reforma legislativa. Para terminar, les digo que para tener una buena actuación como legislador no es tan importante tener la ciencia sino la conciencia. Siempre recuerdo el episodio histórico sucedido luego de la Batalla de Tres Árboles, cuando se encuentran Aparicio Saravia y Diego Lamas. Este, desvainando su sable, le dice a Saravia: «Ordene, General»; Saravia le contesta: «No, Coronel, yo me pongo a sus órdenes; usted es un militar de carrera y yo no paso de ser un montonero más, un vecino alzado contra este mal Gobierno». Diego Lamas, guardando su sable, dice: «Sí, pero de ese montonero tenemos mucho que aprender los militares». En la época del mencionado episodio existían los caudillos y los doctores; los primeros tenían la conciencia de la situación del país, de los problemas de la gente y lucharon ofrendando todo lo que tenían, incluso sus vidas al servicio de la Patria. De nada vale ser doctor, tener la ciencia, trabajar con lustrosa pilcha, encerrado entre cuatro paredes, si no conoce la realidad de su pueblo. || |
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