A paso firme hacia la censura
Jako Ramone
 
Una ley de medios ¿incrementaría o reduciría las libertades del individuo? ¿Fomentaría la tolerancia?

En los últimos meses ha habido distintos embates por parte del gobierno del Frente Amplio impulsando una ley de medios.

El 20 de septiembre del año pasado, la Corriente de Acción y Pensamiento - Libertad, sector liderado por Eleuterio Fernández Huidobro, manifestó su intención de sancionar a los medios de prensa que identifiquen menores, aduciendo que eso exalta la violencia.

No obstante eso, según se publicó en nota de El País a la semana siguiente, el Gobierno, a través del Ministerio de Educación y Cultura, pretende eliminar toda la publicidad que está enfocada en los niños y pretende ser el Estado el generador de contenidos para programas infantiles.

Como liberal que me considero debo preguntarme primero que nada: ¿Estas propuestas incrementan o reducen las libertades del individuo, como dicen sus impulsores? ¿Atropellan las libertades individuales en nombre del bien común? ¿Fomentan la tolerancia?

Veamos entonces la primera pregunta. ¿Estas propuestas incrementan o reducen las libertades del individuo como dicen sus impulsores?

El camino al autoritarismo comienza de esta forma, de a poco, en cuentagotas nos van sacando libertades individuales.

No, no aumentan la libertad. Y no la aumentan porque al sancionar de cualquier forma o manera o un medio de información (sin importar el tipo), lo único que se hace es condicionar a ese medio. Imponerle sanciones económicas es amordazarlo de una manera elegante.

Quizás para medios grandes, como los diarios de mayor tiraje o los canales abiertos, la multa económica sea un mero trámite. Pero para diarios chicos e independientes o canales de cable del interior, ese tipo de sanciones puede significar el cierre del medio. Por ende, castigar de esa manera lo único que hace es que se restrinja la cantidad de medios que pretendan informar.

La otra medida que impulsa el Gobierno de prohibir la publicidad orientada a los niños es otra forma de amordazar a los medios de comunicación. Sin la publicidad orientada a los niños, los distintos programas infantiles que hay en los distintos canales de aire dejarán de existir o al menos será muy difícil su permanencia, pues como todos sabemos estos viven de la venta de la publicidad en su espacio arrendado a los medios.

Pero lo peor de todo es la propuesta de que el Estado sea el generador de contenidos. Que además de todo eso, quedaría casi como único proveedor de este tipo de programas. No solo es inmoral que el Estado se entrometa en estos asuntos con dineros de todos nosotros, sino que además lo que busca es adoctrinar a los niños según el criterio del Gobierno. ¿Dónde quedó el pluralismo de la democracia, entonces?
Sigamos con la pregunta número dos: ¿Atropellan las libertades individuales en nombre del bien común?

¡Pues claro que sí!

Desde el momento en que no voy a poder elegir que mi hijo vea el programa que le gustaba.

Desde el momento en que no voy a poder seguir leyendo o mirando el medio de información que me gustaba.

Desde el momento en que un periodista deberá medirse o el dueño responsable evaluar qué publicar para evitar una sanción.

Desde el momento en que se violentan los derechos individuales al hacer que un dueño de un medio tenga que cerrar por una multa impagable.

Desde el momento en que una productora de programas infantiles deba despedir a su gente por no poder subsistir sin publicidad.

Vayamos a la pregunta tres: ¿Fomentan la tolerancia?

Para nada fomentan la tolerancia. Y eso es algo que por estas latitudes, en estos tiempos, es algo que escasea.

Muchos hablan de la falta de esta y hacen programas contra la violencia en el fútbol, que pelota al medio y otros menesteres. La tolerancia hay que practicarla, ejercitarla todos los días, al igual que la libertad y la responsabilidad.

Ser tolerante, significa en creer que uno no debe interferir con cosas que reprueba. La tolerancia no significa que uno permite a la gente que haga cosas porque está de acuerdo con lo que hacen y además piensa que son buenas. Es un tema de respeto por los demás. Es como si dijéramos: «Yo creo que esa acción está mal, pero no voy a tratar de imponer mi opinión por la fuerza (como por ejemplo a través del Gobierno) para detener las cosas con las que no estoy de acuerdo».

La tolerancia es el pilar fundamental de la libertad de expresión.

Somos libres de decidir qué hacer con nuestra vida pero también tenemos que ser responsables por los actos y decisiones que hacemos y tomamos.

No podemos pretender ni permitir que el Estado se meta hasta en la crianza de nuestros hijos. Si a mi hijo le gusta ver un programa de algún canal, ¿quién es el Estado para decirme qué debe mirar o no? Yo soy el responsable de mi hijo hasta que este sea mayor de edad y por ende esa es mi responsabilidad. Como también es mi responsabilidad elegir qué canal informativo quiero ver y creerle.

No necesitamos que el Estado nos maneje y planifique la vida. Cada uno de nosotros sabe mejor que nadie lo que es mejor para uno. ¿O no?

Cuesta creer que esto sea impulsado por un partido que sufrió tener su libertad de expresión censurada. Durante doce años de dictadura fueron un partido proscripto. Tal parece que se olvidaron lo que fue la dictadura con los medios censurados todo el tiempo. Tal parece que ya se olvidaron cuando ni siquiera se podía leer y tener un libro de Marx o escuchar a Los Olimareños.

El camino al autoritarismo comienza de esta forma, de a poco, con pequeñas acciones, en cuentagotas nos van sacando libertades individuales en pos del «bien común». Se empieza de a poquito la censura.

Hoy es la publicidad, mañana será lo de los menores y pasado el que dan muchas noticias negativas contra el Gobierno.

Vivir en democracia significa que por mayorías se elige a quien gobernará por un determinado período de tiempo. Nada más.

No es garantía contra los abusos que las «mayorías» cometan contra las minorías. Las minorías también son personas y así como tienen obligaciones, también tienen derechos. De eso se trata la democracia republicana, de que se respeten a las minorías, si no es la dictadura de la mayoría.

Tener leyes de medios significa dejarle la mesa servida al próximo dictador de turno. No importa si es de izquierda, centro o derecha. Importa que sea un dictador y que vaya a disponer de unas herramientas que nosotros se las vamos a entregar.

Las leyes de medios significan poner una máquina infernal de poder en manos del gobernante de turno. Si no miremos Argentina o Venezuela. ¿Son democracias? Sí, técnicamente sí, pero en la práctica no.

En Venezuela, un canal cerrado porque era «opositor». Con cadenas nacionales de horas y horas donde con desparpajo total se amenaza por teléfono con expropiar empresas y bancos.

¿Recuerdan la marcha última del 13 de septiembre del año pasado en Buenos Aires? ¿La que representó al 46 % del pueblo argentino que no está de acuerdo con el Gobierno K? ¿Saben cuántos medios de comunicación cubrieron esa protesta de casi el 50 % de la población? Solo uno, TN. El resto pasaba documentales, otros denostaban la marcha, otros pasaban películas o programas y así todos sucesivamente, incluidos los del cable del interior. Claro, esos son los canales amigos del Gobierno de turno. Por eso ciertos programas como los de Lanata no pueden llegar a toda la extensión del territorio argentino.

Entonces, con leyes de medios que sirven para adoctrinar, censurar y amordazar según quién esté en el sillón de poder deberíamos preguntarnos quién gana.
¿Gana el pluralismo que caracteriza a la democracia? ¿O muy por el contrario gana la dictadura de la mayoría de turno?

Les dejo esta reflexión de Ayn Rand: «No considere a los colectivistas como “idealistas sinceros pero engañados”. La propuesta de esclavizar a algunos hombres por el bien de otros no es un ideal; la brutalidad no es “idealista”, no importa cuál sea su propósito. Nunca diga que el deseo de “hacer bien” por la fuerza es un buen motivo. Ni la impetuosidad ni la estupidez son buenos motivos». ||

 
 
 
 
 
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