Poesía / Narrativa
Publicada en Al día #31 Abril 2014
 

 

Letra y música
Eleonora Cristofani
 

Aquella noche, como tantas otras. Los versos bailaban en el aire, mientras las distintas tonalidades componían la música del interior.

Ernesto abría bien grandes sus ojos y aunque el sueño deseaba ganarle la partida, su mente era un buen contrincante. Andrea escuchaba atenta desde una distancia aun mayor, donde las palabras dibujaban bocetos animados, en el sitio donde la imaginación aguarda.

El señor Gramja, cansado de una rutina usualmente agobiante, por un instante dejaba suspendido en el cuarto el cansancio de su cuerpo. La mente descansaba sobre la historia que sus labios inventaban. Con un tercio de realidad, un tercio de experiencia y un tercio de innovación, se creó «La historia de la nariz». Una nariz de una persona X, rebanada por un descuidado barbero, cobraba vida y al saltar los obstáculos del cuerpo humano, salía corriendo en busca de aventuras.

Al silenciarse las frases, el sueño aparecía de visita y el señor Gramja regresaba a la vida con un aliento en el pecho. La automática rutina se instalaba un día más.
El hastío congelaba su ser desprotegido.

La mañana se asomaba con timidez, mientras los amables rayos del sol acariciaban los rostros de los niños. El aroma a tostada y café con leche invadía cada rincón de la casa y subía con lentitud por la escalera, hasta jugarle una pulseada al despertador. Resultando vencedor, los chicos bajaban a los saltos la extensa mole de mármol.
Culminado el desayuno, con dos besos en las mejillas sobrevolaban el asfalto infestado a jazmín y limón.

Ambos rituales se repetían sin tregua. Mañana, tras mañana, noche tras noche, sueño, tras sueños.

Una tarde, el reloj se cansó de marcar las horas. El cuento ya no se pronunció, la imaginación ya no despertó, pero la realidad humedeció la piel, mientras la lluvia y los ojos se entrelazaban bajo un grito sordo de desesperación.

Gramja está muerto. Su cuerpo lo reconoció Andrea, mientras las lágrimas nublaban su vista y no dejaban distinguir con claridad las líneas desdibujadas de un hombre que ya no era.

Isabel los abrazó con fuerza y jurando ante la inmensidad prometió nunca olvidar. Los enmascarados sentimientos que los bombardeaban sin piedad y bajo falsas congojas, el rincón del café y masitas abría sus puertas. Las tazas se ofrecían con naturalidad, sobre el ataúd de cedro, mientras el cuerpo aún tibio habría aceptado una, de no ser por su incapacidad de seguir funcionando.

Gramja ya no era productivo al sistema.  

El calendario salió corriendo por la ventana, mientras los años reposaron sobre los seres que una vez supieron escuchar.

Andrea y Ernesto.

Las palabras se disfrazaron de mujer y el hombre se encerró en su instrumento.
Si algún día caminas por la vereda y escuchas a lo lejos una bella melodía, aploma tu paso y detente a leer la letra escrita sobre la pared de la casa del señor Gramja. ||

 
 
Maestra Goyita
Doly Hernández
 

Maestra Goyita
Cuando iba a  la escuela
Vos me regalaste
El abecedario,
¡Qué mejor regalo!
Maestra  Goyita,
De segundo grado.
Yo solo recuerdo
Tu nombre, no más,
Pero sí recuerdo
Que siempre decías,
Que allí estaba el mundo,
Que… con solo unas letras
Muy bien hilvanadas
La guerra cesaba
Que había que estudiarlas
Y escribir muy bien,
Y además decías que
Lo que estaba escrito
Era la palabra,
Que era un juramento,
Que una vez que dabas
La palabra escrita
Todo perduraba,
Vos querías siempre
Que fuera muy linda,
Que  fuera muy clara.
Maestra Goyita…
Yo solo recuerdo tu nombre,
No más, pero te agradezco
Pues, con el abecedario
Yo paso mis días,
Llenando mis horas
mis tardes, mis noches,
Y escribo de amores
De luchas, de engaños
De guerra y de paz
Por eso te escribo
Maestra Goyita
De segundo grado
Quiero agradecerte
Que vos me enseñaras
Todas estas letras
De mi abecedario
Y con vos a todas  las
Maestras Goyitas
Que nos dan las letras
Buscando la paz.

 
 
En Domingo de Pascua
Leyla Martin
 

Ha despertado Jesús,
reposado del dolor
que ha padecido en la Cruz,
entregado por amor.

Quiso borrar el pecado
con la sangre de sus manos,
sin que hayamos alcanzado
unirnos y ser hermanos.

Es su ejemplo de bondad
el más hermoso acto humano.
Es su inmensa caridad
testimonio que alabamos.

Su Madre, Virgen María,
derramó su amargo llanto
columbrando que su vida
era la de un grande Santo.

Por la justicia abogó,
por la igualdad de los hombres.
Sus creencias profesó
creyendo en Dios, y en su nombre.

Jesús, Cristo nuestro;
hoy te imploramos Señor
porque haya unión en tu pueblo
y que cese el desamor.

Que con tu luz infinita
alumbres siempre el camino
y sea tu imagen bendita
regente en nuestro destino.

 
 
Titanes
Leyla Martin
 

Patria mía, tan herida;
bañada por sangre de valientes
que por ti han ofrecido la vida
y siempre estarán presentes…

Sus sueños de libertad
se han convertido en bandera,
sus voces por la verdad
se escucharán dondequiera…

Con fervor te han defendido,
con inocencia y coraje.
Su dignidad no han perdido
demostrando su linaje…

Jóvenes de mi Venezuela:
héroes de los nuevos tiempos,
corazón de oro y candela
que enarbolarán los vientos…

Se ha de reescribir la historia
con cada uno de sus nombres,
en letras de honor y gloria;
¡Grandes: mujeres y hombres!

 
 
Velocidad de crucero
Ignacio Bassetti
 

Cuando la paz y mis manos
eran polos iguales,
cuando el mejor postor
de mi ruina era yo,
perdí el interés
por tener intereses,
cuando todos los segundos
me pasaban afuera,
caminé mucho, muchas
cuadras, muchas veces.

Con la vergüenza
en perpetua dilución,
alquilé emociones sin sustancia,
me arrastré por la calle
con el estómago caliente,
quedé como un imbécil
en el barrio de mi infancia
y después quise que todo
siguiera igual hasta siempre.

Me abrigué la espalda
contra un muro,
escapé del sol que escalda
y me amparé en lo oscuro,
viajaba al futuro a la velocidad

de un segundo por segundo.

 
 
 
 
 
 
 
 
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