Tiempo de cambio |
Lara Islas |
La dirección de un país y la edad de las personas que la ejercen. |
El inicio del siglo XXI se está caracterizando por una aceleración a la que estamos sometidos los seres humanos, correspondiente al nuevo ritmo de vida. La globalización, las obligaciones, el minuto a minuto nos exige realizar un esfuerzo mayor para cumplir con las demandas. Esta realidad no escapa a la vida política y a las funciones públicas a las que se acceden. Las agendas son más apretadas, el avance de la tecnología le ha dado una herramienta a la ciudadanía, para la exigencia de la solución de los problemas y preocupaciones que aquejan a la sociedad. Poder afrontar esta problemática y abordarla con solvencia no solo necesita ya de hombres y mujeres inteligentes y capaces sino también con una gran energía vital. En Uruguay nuestras leyes han establecido que esa edad es a los 65 años en la mujer y 70 en los hombres, por supuesto existen excepciones y puede ser en forma anticipada, pero esa es la regla general. Muchos, luego del retiro, siguen realizando tareas; transmitiendo conocimientos, sabiduría, todo aquello que la vivencia misma le ha regalado. En el entendido de que esa jubilación no es de la vida, sino de cumplir con las exigentes tareas y extensos horarios. Las personas siempre siguen siendo valiosas y productivas pero desde nuevos roles. |
Tenemos un presidente de 78 años y hemos sido testigos de la necesidad de alivianar su agenda. |
Una vez aclarado este tema delicado y sensible, parte de los fundamentos de mi pensamiento, vuelvo específicamente al terreno de la función pública. No parece sano, ni la mejor opción, que las personas que aspiran a acceder a una función ejecutiva como puede ser la dirección de un país sean personas cercanas o con más de 70 años. Si bien esta tendencia aún existe, se vienen realizando cambios en el sentido contrario de optar por dar esa responsabilidad a personas preparadas pero con un promedio de edad sensiblemente menor. Tenemos casos notorios como el del primer ministro de Reino Unido, David Cameron, quien gobierna desde 2010 con 47 años. En Estados Unidos, a Barack Obama, el presidente más joven en alcanzar la Casa Blanca a los 47 años y actualmente ejerciendo su segundo periodo con 51 años. Otros casos son el primer ministro búlgaro Sergéi Stánishev y el presidente ruso Dmitri Medvédev, ambos de 43 años. Más cercano geográficamente encontramos a Ollanta Humala, presidente de Perú con 51 años, al presidente de Ecuador, Rafael Correa, el presidente de Paraguay, Horacio Cartes, de 57 años, entre otros. En el caso de Uruguay, en el presente tenemos a un presidente de 78 años, que más allá de no coincidir con su ideología política porque no es adonde apunta esta temática, objetivamente fuimos testigos de la necesidad de alivianar su agenda, suspender viajes, evitar actividades debido a quebrantos de salud, y la lógica merma de su energía. Puede ser un gran valor para su fuerza política pero desde otro lugar, un concepto expresado de forma excepcional por el Dr. Carlos Maggi en una entrevista realizada por la revista Paula titulada «Desidia profunda», cuya lectura recomiendo, Mujica puede ser un rey, pero no un primer ministro. Hay momentos donde debemos hacer cambios; adaptarnos al presente y prepararnos para un futuro aún más vertiginoso que el actual. Parte de ese proceso es entender y apostar por candidatos a presidente, vicepresidente, ministros, cabezas ejecutoras, no solo competentes, virtuosos e idóneos sino también más jóvenes que puedan cumplir con la carga y exigencias de estos tiempos. La inclusión de todos, pero renunciando a las ambiciones y egos políticos, para que cada uno cumpliendo con su rol aporte desde el lugar donde sea más útil para nuestra sociedad. || |
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