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Fernando Amado debe renunciar a la Secretaría General del Comité Ejecutivo Departamental.

El Acuerdo por Montevideo cambia todo. La coalición de blancos y colorados es la modificación más audaz del escenario político uruguayo desde la creación del Frente Amplio en 1971, y la más dramática para los partidos fundacionales desde la batalla de Carpintería en 1836. Es también única en la historia patria, continental e intergaláctica, por su origen: terminó siendo, como todos, un acuerdo entre dirigentes; pero empezó siendo, como ninguno, un reclamo entre la gente; no estentóreo, no unánime, pero extendido y sostenido. Ahora estamos en vísperas del registro del lema común ante la Corte Electoral, que se llamará «Partido de la Concertación», siendo el nombre lo de menos. Lo de más es que cambia todo. En profundidad y en extensión; en cantidad y en calidad; en formas y en contenidos; el texto y el tono; el escenario y la posición de los actores. Persona o colectivo que no modifique sus rutinas tradicionales, queda fuera del tiempo; hoy la fórmula conservadora es al revés: el que no se mueva no sale en la foto o, en la mejor hipótesis, será apenas parte del paisaje. ¿Cómo se están parando en la cancha las colectividades políticas ante este radical cambio de época?

Sinuoso itinerario
Al interior de los partidos suscriptores, tras el escarceo de una improbable reforma constitucional, el Acuerdo tuvo un caprichoso itinerario. El Partido Colorado tomó la iniciativa y, con el respaldo unánime de su dirigencia y la consulta permanente a su Convención, elevó oficialmente al Partido Nacional la propuesta del lema común, en mayo de 2012. Ese impulso inicial fue seguido por un año de estancamiento, a cuenta de la renuencia de Jorge Larrañaga quien finalmente, en junio de 2013, manifestó su adhesión. Y cuando creíamos allanadas todas las dificultades, se activaron resistencias en el Partido Colorado, que después de algunos meses de tironeos fueron zanjadas por abrumadora mayoría favorable en la Convención.

Entre tanto, el Partido Nacional hace más de un año que tiene un candidato firme a la intendencia capitalina, Jorge Gandini; y recientemente desde el herrerismo amenazaron con salirle al cruce, asignándole relevancia e interés a la cuestión montevideana entre los blancos. El Frente Amplio, por su parte, ya anunció que presentará dos o tres candidaturas, lo que asegura una «interna competitiva», que se resolverá en el mismo acto eleccionario de mayo de 2015, elevando su atractivo sobre el envidiable piso electoral del que disfruta la vieja coalición. En el Partido Colorado, en cambio, no se habla del tema, o se susurra. El Comité Ejecutivo Nacional no formuló consideraciones públicas sobre las múltiples cuestiones que siguen al registro del nuevo lema, y el Comité Ejecutivo Departamental de Montevideo, que debería reclamar personería en la materia, está desaparecido y no precisamente en acción. Pedro Bordaberry declaró que están conversando con José Amorín para encontrar un candidato de consenso. Cabe entender que los conductores de los sectores partidarios estiman que ese es el mejor camino para asegurar un buen desempeño de la colectividad en mayo de 2015.

Las lógicas tradicionales
Según arraigada tradición criolla, los candidatos a intendente de Montevideo se consagran por decisión cupular; no ocurre lo mismo, por cierto, en los demás departamentos. Tal «capitis deminutio» montevideana explica en parte la ausencia de dirigentes con marcado perfil munícipe, la impresión de cancha vacía, desocupada, desértica. Hasta ahora, el procedimiento cupular (que al cabo condenó a Ana Olivera) quedaba disimulado en los partidos tradicionales por las múltiples candidaturas departamentales, que abrían espacios y multiplicaban las voces, con provecho para los partidos y para los ciudadanos (¿debo extenderme en las bondades de la competencia?). Pero, repito machaconamente, el Acuerdo cambió todo, y no solo la configuración electoral; sus alcances son infinitamente más vastos, ¡y ni empezamos a hablar de los problemas de La Ciudad! Para el Partido Colorado, creo, la tarea no es solo consagrar al mejor candidato posible, sino también dinamizar a la colectividad en Montevideo, y asumir la vanguardia en el debate y en las propuestas sobre los temas de fondo, limpieza, vialidad, tránsito y transporte, marginalidad y convivencia, urbanismo, inversión, logística, energía, desarrollo, La Ciudad de los próximos cincuenta años. En esa tarea no estarán Pedro Bordaberry ni José Amorín; ni podrán trasladarle sus talentos y capacidades al candidato de consenso, ni es labor para unos pocos, sino para muchos (como lo es ganar).

Discútase
Una alternativa a la designación cupular del candidato a intendente es proceder del mismo modo que para elegir al candidato a presidente, en las elecciones internas de junio de 2014. Ni más, ni menos. Internas competitivas, donde crucen espadas todos los aspirantes que puedan pararse en la cancha, movilizando a los vecinos, armando equipos técnicos, renovando razones y emociones, e inclinando finalmente sus banderas ante quien resulte legitimado por el voto popular. ¡Vaya candidato que presentaríamos en el lema común si así fuera consagrado! Pero la verdad final es que para bailar el tango se necesitan dos… y además otros que pongan la música. Y lo cierto es que, aun contando con los arrebatos de vanidad de los que nadie está a salvo, no sobran los aspirantes en el Partido Colorado, ni los disc jockeys. ¿Hay otros caminos? Siempre los hay, para los hombres de buena y firme voluntad. Discútase en los ámbitos orgánicos, al mismo tiempo que aclaramos los farragosos e ignotos detalles electorales que impone el Acuerdo, y que empezamos a ventilar las cuestiones de fondo que articulen un programa de cambios serio, pero audaz y creativo, para abordar los problemas de La Ciudad.

¿Dónde habrían de procesarse esas discusiones? Sin renunciar al decisivo aporte de la dirigencia nacional, el ámbito natural son los órganos departamentales del Partido: el Comité Ejecutivo y la Convención de Montevideo. Y la responsabilidad natural de la organización y promoción de estas actividades debería reposar en el secretario general del Comité Ejecutivo Departamental (CED), que a la sazón es el diputado Fernando Amado. Ocurre que Amado se opuso al Acuerdo, abundando en las razones y fundamentos de su posición adversa. Y si bien al final acompañó el voto favorable de la abrumadora mayoría partidaria, nadie puede pedirle que violente de tal modo sus convicciones liderando un proceso en el que no cree; ni el Partido puede estar representado en esta instancia cardinal por quien propició enérgicamente una opción distinta. Fernando Amado, pues, debe renunciar a la Secretaría General del CED, para que en los próximos y decisivos meses otros se hagan cargo de la tarea. La Convención Departamental de Montevideo está convocada para fines de noviembre. Es una oportunidad privilegiada para que Amado presente su renuncia, rinda cuentas de su gestión al frente del CED, eleve la memoria de lo actuado en los pasados cuatro años, informe a sus correligionarios de las actividades cumplidas bajo su mandato, los objetivos trazados originalmente, los logros alcanzados, las dificultades encontradas y los desafíos pendientes. Desde luego que este planteo es incómodo, pero el Acuerdo, que todo lo cambia, reclama del Partido Colorado y de sus dirigentes acción y convicción. ||