Los esclavos del Nyanza |
José María Zito |
Reseña histórica de la legendaria comparsa del barrio Palermo |
Hace ya algún tiempo, dieciocho años atrás para ser más exactos, cuando escribí sobre este tema, consideraba que tal vez yo no sería la persona más apropiada —por mi juventud— para escribir de algo que había quedado lejano en el tiempo y de lo que solo queda el recuerdo, para pocos, de su pasado esplendor. «Evocación triste y sentimental, ya tus Nyanzas y malevos no volverán jamás»… Y por otra parte, porque debían de existir, en ese momento, personas que habían vivido la época. Al parecer, los Esclavos del Nyanza habrían visto la luz allá por el año 1899 o 1900 y su cuna posiblemente fue el conventillo de La Facala, ubicado en la calle Isla de Flores entre Salto y Tacuarembó; para otros, el lugar de nacimiento fue en una pieza de La Tapera, en la calle San Martín y Cno. a la Estanzuela (hoy Francisco Redruello y Gonzalo Ramírez). En lo que sí se coincide es dónde prácticamente transcurrió toda su vida y se alojaron sus sedes, en la manzana comprendida entre las calles Tacuarí (hoy La Cumparsita); Ejido; Gral. Paz (hoy desaparecida, estaba ubicada paralelamente entre Tacuarí y la costa —hoy Rambla) y Santa Lucía (hoy Santiago de Chile), muy cerquita del corazón del Barrio Palermo (calle Yaguarón y Gonzalo Ramírez), siendo su última sede en la calle Ejido 863 esquina Tacuarí. Desde su nacimiento, lucían su particular indumentaria, obviamente con la combinación de los colores rojo, blanco y azul, probablemente el origen de los colores que representarían al barrio de allí en más. Era característico el uso de las zapatillas en finas franjas azules y blancas, que fabricaba la alpargatería «El Cristo», que estaba ubicada en la Avda. 18 de Julio y Sierra (hoy Av. Daniel Fernández Crespo), sobre medias negras, se entrelazaban cintas rojas, representando lo que hoy aún muy pocos saben y han cambiado por cintas blancas, los latigazos que les propinaban en las piernas a los negros esclavos. Otra particularidad era el uso del «bombachín», que era azul, con franjas blancas; luego las «toreritas» o el clásico «dominó», predominaba el rojo con la combinación de los colores ya mencionados. Toda esta vestimenta se coronaba embadurnándose la cara con un ungüento blanco, mezclado con negro humo —todo esto generalmente se compraba en la farmacia del Barrio, ubicada en la calle Maldonado y Ejido, «Farmacia Olivencia»— para convertirse en verdaderos lubolos (blancos pintados de negros), ya que cuenta la historia que desde sus inicios y por varios carnavales, Juan Delgado (escobero), A. Suárez (gramillero) y el «negro Malamba» (según cuentan, uno de los mejores escoberos de lujo) fueron los únicos tres que realmente eran de raza negra. Queda en el recuerdo emocionado la «salida» de los Nyanzas, «remontando» Ejido, que a toda lonja y madera, con sus canciones y danzas, y a modo de desfile para la gente del Barrio, emprendían a pie la actuación en los numerosos tablados carnavaleros que se levantaban en aquella época y como apunta el Sr. Bugallo en su nota, entre tanto comparsero caminante, montados en dos caballos, Pedro Ricci en un «tordillo» y Juan Delgado (escobero también) en un «oscuro», hacían flamear al viento coloridas banderas, roja, blanca y azul; colores de los Nyanzas, ¡colores de Palermo! Las comparsas rivales de aquella heroica época fueron numerosas, como los «Lanceros Orientales», «Esclavos de la Habana», «Libertadores de África», entre otras, pero fundamentalmente mantenían una especial rivalidad con «Los Pobres Negros Cubanos», que también eran del Barrio (salían de la calle Cuareim) y justamente de esa rivalidad se origina una división incomprensible e infundada históricamente, «fronterizando» dicha calle, entre barrio Sur y barrio Palermo, en virtud de que la supremacía de los Nyanzas era tal que impedía que los Pobres Negros Cubanos representaran al barrio Palermo, autodenominándose «sureños», cuando queda demostrado documentalmente en nota sobre los orígenes del barrio cuáles eran los límites reales de la «nueva Ciudad de Palermo». Sobre esta rivalidad, cuenta Bugallo, cuando en la década del veinte los Nyanzas retornaban del Parque Hotel (donde se desarrollaba el Concurso oficial), después de que el Jurado Oficial del Carnaval les había otorgado el primer premio, venían entonando aquellas «estrofas de guerra»: Los Nyanzas y los Cubanos |
Como señalábamos, la supremacía de los Nyanzas era tan abrumadora que por el año 1934, luego de lograr el primer premio y venir conquistando los primeros premios anteriores, las autoridades del Carnaval resuelven declarar a la comparsa «fuera de concurso» (casi con seguridad era el principio del fin para los Nyanzas), pero la muchachada no se rinde y deciden utilizar un nombre de alternativa, bautizándose «Nación Lubola», y de esa manera salieron nuevamente a competir en la próxima carnestolenda, para mantener ese liderazgo genuinamente ganado a lo largo de tantos carnavales; pero ese año, 1935, el primer premio se le otorga justamente a Los Pobres Negros Cubanos, aunque en publicaciones de la época aparecieron declaraciones de algunos integrantes del jurado que manifestaron que Nación Lubola era mejor conjunto, pero la totalidad de sus integrantes (¡eran los Nyanzas!) estaban declarados fuera de concurso, lo que habría provocado que se declarara desierto el primer premio, pero de todas maneras este hecho marcaría definitivamente la razón de su existencia, ya que con esta decisión tan amplia, no había motivación alguna para competir en el Carnaval. Los Pobres Negros Cubanos aprovechan esta situación y obtienen los primeros premios de los años 1936 y 1937. En esta etapa, los Nyanzas conquistan los primeros premios de los años 1915, 1918, 1919, 1920, 1921, 1922, 1925, 1927, 1928, 1929, 1930, 1931, 1934, dejando constancia de que en 1916 y 1917 no se realizó concurso oficial, por lo que, hasta el día de hoy, es la única comparsa en lograr seis primeros premios consecutivos y luego un «quinquenio» del 27 al 31. Sin duda que fueron otros tiempos, de bohemia y total desinterés, tanto que el dinero obtenido durante el carnaval se gastaba en una fiesta, a modo de picnic campero, a la que concurrían los familiares de los componentes y amigos del Barrio, y asado mediante, acompañado de buen vino y alguna «cañita», reinando en un clima familiar y de sano esparcimiento, el festejo por otro lauro ganado. Decir «Los Nyanzas» era decir Central, una comparsa indisolublemente ligada al club de fútbol del Barrio, que tomara su nombre del cementerio homónimo, ya que fue fundado en 1905 en la plazoleta frente al mismo, denominada en la actualidad Plaza Alfredo Zitarrosa y al cual los Nyanzas le legaran los colores y al principio de su existencia la letra y música de su himno. Con posterioridad, con letra de Amadeo Rebagliatti y música de nada más y nada menos que de Horacio «Pintín» Castellanos, sería el definitivo himno de la institución. Justamente, el nombrado e inigualable «Pintín» Castellanos —hombre del barrio Sur (Canelones y Andes), pero autodeclarado palermitano de corazón, y que como decíamos era compositor del Himno de Central, sumado a que a su internacionalmente famosa milonga La puñalada le hace poner versos alusivos al barrio Palermo por parte del reconocido autor argentino Celedonio Flores— llega a inmortalizar a los Nyanzas en su célebre tango Nyanzas y malevos, que más tarde sería grabado por la orquesta de Juan D'Arienzo, con la vocalización de Jorge Valdez, bajo el nombre de Barrio de guapos. Como mencionábamos, tan ligada a Central estaba la comparsa que muchos de sus jugadores eran componentes de la misma, pero sin duda, entre las figuras futbolísticas más importantes que integraron los Nyanzas dentro de su trayectoria se encontraba «La Maravilla Negra», José Leandro Andrade. A esta altura, debemos dejar en claro que expresamente no hemos querido dar nombres de tantos de los protagonistas a lo largo de tan proficua historia, salvo en algunos casos que entendimos era realmente necesario, por la sencilla razón de no cometer una injusticia al podernos olvidar de alguno, ya que nuestra traicionera memoria, y más en mi caso que no viví la época, nos pudiera jugar una mala pasada, pero de todas maneras, decir los Nyanzas es homenajearlos a todos, absolutamente a todos los que tuvieron el orgullo y el honor de serlo. Pasaron largamente los años desde la década del treinta y en 1977 otro palermitano de ley como Hugo Arturaola hizo renacer el nombre de Los Esclavos del Nyanza otra vez en el Carnaval montevideano representando a nuestro querido Barrio, utilizando como sede en la oportunidad, la «casa» del Boxing Club Palermo y otra vez desfilando para el Barrio, «remontando» Ejido, y como no podía ser de otra manera, nuevamente primer premio del Concurso Oficial de Agrupaciones del año 1977, hecho que repite en el año 1978, y luego de no lograrlo en el año 1979 deja de salir. Dos títulos en tres años que salió a competir hicieron que volvieran a reverdecer viejos lauros y renaciera la mística impuesta por tan formidable comparsa, orgullo de todo un barrio, de un barrio tan inigualablemente particular, tanguero y candombero, como el barrio Palermo. Hoy solamente queda registrado el nombre en el Servicio de Festejos y Espectáculos de la Intendencia de Montevideo, lo que en aquellas épocas se denominaba Comité Ejecutivo de Fiestas, más tarde Comisión Municipal de Fiestas, y en las décadas del setenta y ochenta, Servicio de Actos y Festejos. Sin duda los tiempos han cambiado y hoy en día resulta difícil presentar un conjunto a competir en el carnaval, porque la parte económica condiciona muchísimo la participación, en franca colisión a aquella época de «vacas gordas», donde la bohemia era la «moneda corriente» y por otra parte, en el caso de los Nyanzas, significaría una doble responsabilidad, debido a la rica trayectoria y gloriosa historia que ostenta. A pesar de esto, para un buen palermitano vive siempre la esperanza de volver a ver a los Nyanzas en el Carnaval del Uruguay, «remontando» Ejido y representándonos con el rojo, blanco y azul de nuestro Palermo. Para concluir esta nota, consideramos que estamos obligados a finalizarla casi como la comenzáramos, haciendo mención a las estrofas del tango de «Pintín»: Evocación triste y sentimental, Montevideo, 2 de julio de 1995. Revisión, marzo de 2013. |
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