La sociedad y el individuo |
María Ibáñez Goicochea y Jesús Jiménez Cascallana |
La sociedad es un concepto abstracto, los individuos que la componen son reales. |
En el entorno en que vivimos, podemos distinguir dos medios bien diferenciados: la Naturaleza, a la que pertenecemos y que estaba antes que nosotros, y la Sociedad o sociedades creadas por el hombre. La Naturaleza, la vida, es lo que el hombre no ha creado: los árboles, las plantas, las rocas, el agua, el aire, los animales y el propio ser humano. La sociedad es el sistema que el hombre teje y hace evolucionar a lo largo de la historia, para sobrevivir y convivir, y que incluye, además de objetos, o bienes materiales, las relaciones de unos con otros, los sistemas de trabajo, distribución de bienes, etc. La situación de la sociedad (humana) no es hasta el momento saludable; la competitividad, la violencia psicológica, el aislamiento, los conflictos constantes entre familiares, entre compañeros de trabajo, son la norma en las comunidades humanas. Cada comunidad tiene sus rasgos culturales particulares (vestido, costumbres, creencias...) que no son importantes a la hora de evaluar la «salud» de una sociedad. Sí son importantes los rasgos comunes a todos los pueblos: el nivel de seguridad e integridad personal, el acceso a las necesidades básicas, el nivel de colaboración entre las personas, el afecto... Es decir, todo aquello que tiene que ver con el bienestar físico y psicológico de las personas. La sociedad es un concepto abstracto, los individuos que la componen son reales. El corazón de la sociedad o comunidad, de un colectivo humano, es en realidad la suma de las relaciones entre los individuos que la componen, bien se trate de un grupo de amigos, una familia, una ciudad o el mundo entero. Apelar a la «sociedad» o apelar a otro concepto tal como el «gobierno», los «países ricos», etc., como causantes de los conflictos, nos aleja de la solución, pues la sociedad somos todos y cada uno. Si la sociedad es el conjunto de interacciones o relaciones que se dan entre las personas, cada uno puede descubrir y solucionar su parte de responsabilidad en ello, poner fin a sus conflictos personales para sí mismo y para quienes le rodean. Si queremos acabar con los problemas sociales, debemos acabar con los conflictos personales, pues aquellos no son más que un reflejo de estos. Cuando uno mismo soluciona sus propios conflictos, está efectivamente mejorando las cosas. Mientras tanto, tratemos de actuar lo más correctamente posible, y aboguemos por una organización social y unas instituciones que favorezcan el bien común. No pongamos la responsabilidad de cambiar la sociedad solo en manos de los dirigentes, cada uno de nosotros debe asumir su parte de responsabilidad y ser correcto, honesto, afable. En el próximo artículo hablaremos sobre —y si es posible— el cambio personal. |
Al principio de la página | Todos los artículos | Todas las notas de María Ibáñez Goicochea y Jesús Jiménez Cascallana |