Pasta base: esclavitud moderna
Sonia Silvera Pacheco
 
Somos un grupo de madres uruguayas que desde el año 2005 estamos luchando contra el flagelo de la peor droga que se instaló en nuestro país y el mundo.

Junto a la fallecida Sra. Rocío Villamil salimos a los medios a explicar al pueblo uruguayo que había entre nosotros un asesino mortal suelto, con el nombre de pasta base. Hablamos con el entonces candidato a presidente Dr. Tabaré Vázquez, quien nos prometió un país libre de drogas. Sobran las palabras sobre aquella promesa. Comenzamos a reunirnos en barrios, yendo los sábados a la plaza con un pañuelo en la boca, como diciendo nosotras tenemos la boca cerrada y siguen abriendo cada día más bocas (expendios o puestos de venta de drogas) apoyadas y cuidadas por adictos y personal de la Policía hasta las más altas esferas políticas. Resolvimos ir solas a buscar las pruebas para las autoridades recorriendo barrios, a filmar, fotografiar y hasta llevar a nuestros hijos con policías para que marcaran las bocas y lograr que los llevaran presos. Cosa inocente, ya que estos eran los mismos dueños y quedamos expuestas a amenazas, las cuales jamás temimos y seguimos luchando. En el año 2006 realizamos una marcha en 18 de Julio para entregar a Jefatura todas las denuncias con pruebas fehacientes de que la pasta base estaba internándose en nuestro país a pasos agigantados. La respuesta fue nula. Desde entonces no hemos recibido absolutamente nada que nos avale y manifieste un compromiso con los adictos, hemos luchado para que los declaren enfermos mientras consumen y abrir centros especiales para esta adicción, pedimos un terreno que nosotros luego íbamos a trabajar para abrir por lo menos el primer centro de adictos a la pasta base. Todo ha quedado en proyectos y solo hemos recibido como respuesta «no sabemos qué hacer». Al fin, solicitamos que efectuaran allanamientos nocturnos para arrestar a los vendedores y tampoco lo apoyaron con la excusa de que podrían llegar a entrar a una casa equivocada. Fue como decirnos «no». Como si no supieran quiénes son los que venden. Al cabo de estos más de seis años de lucha hemos notado que la pasta base pasa a ser un gran negocio para las personas de bajos recursos, adictos, narcos y gobernantes. Pese a todo esto hemos estado elevando propuestas para lograr que no se siga propagando este terrible flagelo. Hicimos un relevamiento de miles de adictos que jamás logran ni siquiera comenzar un tratamiento digno, porque en Uruguay no contamos con profesionales e instituciones acordes a esta enfermedad. Como mencioné antes, es una enfermedad, así es que tenemos que enfrentar este nuevo flagelo de nueva generación con nuevas ideas. Solo encontramos obstáculos y muchas críticas. Los políticos no tienen ninguna solución más que seguir viviendo en una sociedad obsoleta porque no pueden o no quieren ver que la pasta base es una droga letal. Obviamente no conviene terminar con este gran negocio que reditúa inmensas ganancias a muchísimos ciudadanos sin escrúpulos y sin moral. Pedimos prisión para los que venden y los que están involucrados en este negocio satánico, también para los «reducidores», que es un mercado ilegal. Nuestros hijos nos desvalijan la casa y tenemos que ir a recomprar nuestros propios televisores, celulares, bicicletas, autos, motos, etcétera, etcétera. Nosotros, las familias enteras de adictos, estamos asolados por vivir este infierno que nos ha despojado de todas nuestras ganancias obtenidas trabajando como personas honorables. Los mismos policías se llevan nuestras cosas (televisores, celulares, etcétera) a sus casas. Nos han robado, estafado y han asesinado a nuestros hijos sin que nadie haga justicia. Los que enterraron a sus hijos por sobredosis, los que visitan a sus hijos en las cárceles, los que tenemos hijos muertos en vida, y quienes nos apoyan incondicionalmente por simple solidaridad humana o por preocupación social, estamos decididos a luchar contra este verdadero genocidio. Pensamos que si todos los ciudadanos en conjunto nos unimos y luchamos con el solo objetivo de obtener una sociedad sana, sin tener que convertir nuestros hogares en cárceles con rejas y logramos enfrentar esta peste, toda la nación viviría en una verdadera libertad, eliminando esta forma de «esclavitud moderna» de una parte importante de su población. Para llegar a este objetivo tenemos que unificar esfuerzos, debemos de ser soberanos y luchar con la convicción que «el problema no es del otro», es de todos y necesitamos comenzar una macro lucha. No permitamos más insultos de los presidentes de turno y los senadores, diputados, ministros y la cúpula alta de la Policía que sabemos están lucrando con el dolor de familias enteras y dejando a manos de delincuentes la seguridad del pueblo. Cuando digo insulto, es porque hacen la vista gorda diciendo que, por ejemplo, legalizarían la marihuana, eso es una barbaridad, eso es una falta de respeto, un insulto a la gente que vivimos tratando de que nuestros hijos piensen, sean inteligentes y por sobre todas las cosas, no les podemos agregar más droga de la que hay. Hemos tomado esta idea, por llamarlo de alguna forma, como lo han repetido tantas veces, la famosa cortina de humo, pero cuidado, Presidente, nosotros no vamos a aceptar que usted nos humille más, fúmese usted y su familia lo que sea y mejor piense en prohibir que tomen alcohol en las calles, no es el cigarro común lo que los deja sin cerebro, son las drogas que usted quiere legalizar. No queremos negociar con quienes solo buscan un voto, voto pobre e ignorante, votos para gente que promete y no hace, queremos apoyar desde ahora y hacer para luego elegir el presidente que sí merecemos que nos represente. Estamos haciendo un llamado de solidaridad a los políticos, necesitamos que nos gobiernen personas que nos protejan y para esto, tienen que comenzar ya mismo. Consideramos que somos los caídos en las drogas, como si viviéramos en el medio de la nada. Sentimos que no les importa la cantidad de adictos enfermos sin cobertura médica. Vemos que no podemos hacer nada porque nada hay en Uruguay para que podamos decir que nuestros hijos están cuidados y protegidos. Por último, un comentario personal, quiero que sepan que tengo un hijo que ha estado internado en más de quince instituciones en Uruguay y hemos pasado más de doce años luchando en el mundo de la maldita pasta base. Como no conseguíamos los resultados esperados en Uruguay llegamos a los Estados Unidos y mi hijo recibió un tratamiento eficiente y quienes lo conocen coinciden en que quedó casi curado. Pocos adictos vuelven a tener la misma conducta, esto es día a día, son adictos de por vida. A los cinco días de regresar mi hijo recayó en las drogas, fue internado y a los quince minutos le dieron el alta, esto termina casi en suicidio por una sobredosis. Quiero explicar que aquí hay familias que luchan más que los que un día se sublevaron en política. Intento explicar que siguen hablando de los torturados en la dictadura y no ven que nosotros somos familias enteras torturadas literalmente por los gobernantes ineptos y cómplices. Si les falta un adicto en las calles, otro muerto o un delincuente, es porque habemos familias luchando a brazo partido para eso, no es justo que vivamos como si fuéramos libres pero con la condena de seguir deambulando en las calles buscando a nuestros hijos e hijas de todos nuestras queridas familias caídas en este flagelo. Quiero destacar la lucha de mi querida compañera Rocío Villamil, su corazón no aguantó tanto dolor. Espero que las madres que luchan a lo largo y a lo ancho de Uruguay no bajen los brazos, aunque nos vayamos una a una por no poder soportar el dolor. También quiero agradecer profundamente a mi amigo Víctor Alves Migues, uruguayo y ciudadano de Estados Unidos, quien sin entender por qué una madre pasa océanos, idiomas y llega a pedir ayuda a los estadounidenses para salvar a su hijo en un idioma que apenas puede expresar, comienza a vivir mi dolor y entiende que esto es más que la propia muerte, que es una persecución directa a las familias uruguayas, comienza a sentir el dolor y entrega un inmenso apoyo humano desinteresadamente. Quiero agradecer al compatriota, quien termina involucrándose como si mi hijo fuese su hijo. Si todos fuéramos como Víctor tendríamos un país libre de drogas. Expongo a Víctor Alves para que entiendan que sí es posible amar al prójimo, es simplemente amarse a sí mismo, que si damos amor y protección llegamos a tener una vida sana y feliz. Todo vendrá por añadidura y no habrá más enfermos adictos. Delegamos a todas las familias uruguayas la función más noble, que es seguir luchando todos unidos por llegar a no ver más jóvenes muertos en vida. Reitero que lo más importante es comprender que «el problema no es del otro». Ni los policías ni los políticos que lucran con este negocio están libres de este flagelo. Todo el dinero ganado por la venta de droga está manchado de rojo, rojo de la sangre derramada por miles de adictos y sus familiares. Está manchado por el sufrimiento de la esclavitud emocional, espiritual y física de nuestros hijos y de la sociedad entera. Quien lucra con este flagelo sufrirá la suma de todo el sufrimiento causado. Lo que hacemos a otros, nos regresará a nosotros y a nuestros hijos, multiplicado por la cantidad de personas a las que les hemos causado daño. Más allá del bien y del mal, de la lucha de clases, más allá de la política antiimperialista, etcétera, todos vamos a sufrir grandes consecuencias. Claramente, ¡el fin no justifica los medios!

 
 
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