El cine Grand Prix
Fernando Pazos Rosado
 

Semanas atrás tuvimos el placer de visitar las instalaciones del cine Grand Prix, un emprendimiento privado de alto contenido psicosocial y con un propietario que ha puesto todo y más para salir adelante.

Un emprendimiento sin lugar a dudas con un alto contenido económico y un toque pasional, que conjuga las ganas de mejorar en lo personal con la de aportar a la sociedad donde se vive para que esta esté un poco mejor cada día.

No es común ver emprendimientos de este tipo en Montevideo, básicamente porque «la cultura» no paga suficiente en lo monetario, aunque también es verdad que nos llena en lo individual y eso, en la interna de cada uno de nosotros, colabora enormemente para nuestra personalidad.

Martín Daian, cabeza y corazón de este importante logro, se ha encontrado en todo tiempo (que supera largamente los tres o cuatro años de esfuerzos para verse concretado) con un sinfín de trabas y muy pocas manos que lo ayuden o lo guíen, sobre todo cuando vamos a la órbita estatal, que es donde le han puesto la mayor cantidad de trabas que se le han presentado. Sin embargo, este soñador mantiene su anhelo intacto y no cesa de sortear obstáculos.

Él y su familia han dejado todo, no solo su dinero, sino también un tiempo importante de su vida. Juntos han soñado y hecho realidad este cine, en gran comunión con el barrio que los ha recibido de la mejor manera, pero lo más importante, hoy, en una clara señal de unión familiar que pocas veces se ve exteriorizar como ellos lo hacen, siendo parte de un emprendimiento que quieran o no los ha hecho ingresar en la más hermosa historia y tradición montevideana.

Lo que brindó al barrio

En lo previo a la apertura y posterior visita a este cine, mantuvimos varias charlas informales con amigos de la zona del Cerrito de la Victoria y de todo el Municipio D, y hemos podido rescatar con qué orgullo, sobre todo los vecinos más cercanos, ven este hermoso emprendimiento encabezado por la familia Daian.

En una zona donde, según los vecinos más arraigados histórica y socialmente reconocen, todo parecía haberse quedado, la llegada de alguien que quisiera reflotar este emblemático local como un lugar para disfrute de toda la familia volviéndolo centro de referencia (como es un cine barrial), es un claro aliciente que replica sin dudas en varios aspectos, sobre todo por el influjo emotivo que trajo aparejado la reaparición de este cine.

Las palabras de Rubens Navarro, presidente del Comité Patriótico del Cerrito de la Victoria, son sin lugar a dudas las más ajustadas para definir el sentir de esta zona. «Sin dudas que este [cine] nos devuelve a la importancia que no debimos haber perdido nunca», nos comentó enfáticamente, mientras otro joven vecino alguna vez acotó que «con esta propuesta, no innovadora pero sí emblemática, el Cerrito de la Victoria recibió un regalo del cielo, una razón más para sentir orgullo de su zona».

Un emprendimiento que vale la pena apoyar

Los gobernantes tienen una deuda con la sociedad, especialmente en el área cultural, deben buscar la manera de hacer que emprendimientos como estos sigan naciendo y a la vez tengan permanencia en el tiempo, colaborando en todo sentido y si es necesario además no titubeando para conceder algunas exoneraciones impositivas, como se hace muchas veces para captar las grandes inversiones.

No es fácil encontrar en «barrios» de Montevideo lugares de referencia colectiva y cultural como puede ser un cine, un teatro o una sala de exposiciones. Me animo a decir además que, salvo el Teatro Florencio Sánchez y ahora el Grand Prix, no existen otros lugares cerrados donde los habitantes de nuestra ciudad puedan disfrutar permanentemente de un buen espectáculo, dentro de un espacio apropiado y con una capacidad acorde a ellos.
El ejemplo que nos brinda el Cerrito de la Victoria hoy es más que contundente. A este emprendimiento el barrio donde está ubicado lo apoya, pero hay una realidad mayor y es que su mantenimiento requiere de una mano más grande que la del vecino, y esa es la de los gobernantes que deben entender que en ocasiones perder algunos pocos pesos para lograr grandes avances en nuestra sociedad es necesario.

Montevideo debe forjarse en el futuro cercano muchos más centros de referencia como este, sobre todo en aquellas zonas donde sus vecinos siguen aún trabajando para mantener viva su cultura, que es la nuestra. Que esta es una actividad empresarial nadie lo duda, pero tampoco podemos dejar de ver que tiene un claro matiz social que no hay que dejar de rescatar. Nuestra sociedad y sus gobernantes deben apostar a lograr que se repliquen estas obras, para que todos los vecinos puedan acceder, como sucedió en este barrio tan importante de la capital. Para que la cultura pueda estar descentralizada de verdad y no limitada al centro de Montevideo y los shoppings.Claro está, esto solo será posible si es que de verdad soñamos con volver a ser esa ciudad referencia cultural y social que supimos ser en las primeras décadas del siglo XX.

 
 
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