¿Seguridad ciudadana?
Dante Nieves
 

En las últimas semanas, permanentemente, los orientales nos vemos conmovidos por hechos de sangre promovidos por delincuentes.

Ayer una comerciante asesinada, hoy en un «ajuste de cuentas» se arma un tiroteo en la calle, mañana asesinan a un policía, otro día nos prepotean los «chorros» en la calle. Siempre los ciudadanos de rehenes de los delincuentes o de la inoperancia policial, como se lo dijimos todos los vecinos de la Ciudad Vieja anoche miércoles 8 al Sr. jefe de Policía de Montevideo (menos uno al que sólo le faltó, alcahuetamente, preguntarle a qué había venido si la Ciudad Vieja estaba ahora lo más bien).

Pero pasemos a analizar temas que preocupan, y mucho, a los orientales de todo el país.

1) Si un ciudadano en defensa de sí mismo o de su familia, o de sus bienes, mata a un delincuente, deberá tener suerte para qué juzgado derive su causa, porque de ello dependerá la interpretación legal del instituto penal de la legítima defensa y a partir de ello el destino futuro de él y de su familia.

2) No puede la sociedad permitir que convivan en su seno delincuentes de veinticuatro años, por dar una edad, que tengan tres, cuatro o más juicios por rapiña y que anden sueltos.

3) Aceptamos que su primer delito fuera a los dieciocho años y pueda demostrar atenuantes que le permitan lograr su libertad anticipada a los dos o tres años, lo aberrante es que a los pocos días de lograr su libertad anticipada vuelve a caer preso por el mismo delito, y nuevamente logra libertades anticipadas, cuando en una sociedad legalmente encausada debería cumplir la pena restante de su primer delito y accesoriamente la pena por el nuevo delito. Esto lo sacaría de las calles por diez años o más.

En algunos países, al tercer delito, cualquiera sea su cuantía penal, no saldrá de la cárcel entre veinticinco años y la cadena perpetua.

En otros países se les suman las penas de los delitos cometidos, lo que puede llevar sus reclusiones a doscientos o trescientos años, eso sí, pueden pedir su libertad anticipada cumplida la mitad de esa suma de años.

4) ¿Por qué no prisión perpetua para los homicidas?

5) ¿Por qué no hacer cumplir totalmente las penas impuestas a los asesinos reincidentes? O sea, treinta años y quince más de medidas de seguridad, lo que redundará en que se pudra en la cárcel durante cuarenta y cinco años.

Otra de las cosas que nos cuestionamos la sociedad honesta toda es por qué debemos pagar nosotros cada vez que destruyen una cárcel, por qué les damos abrigo si la rompen o queman, por qué les permitimos cocinarse en sus calabozos, a los cuales transforman en cuevas.

Otra cosa que nos preocupa y suponemos que la policía sabe —y si no lo sabe que pongan a otros más capaces que puedan averiguarlo— es quién les entra las drogas, las armas de fuego, los celulares.

A la sociedad no le importan las condiciones de reclusión, si están hacinados, si no tienen baños, pues todo eso no se les entregó roto, lo rompieron ellos mismos.

Por qué les permiten visitas que prácticamente conviven en sus celdas.

En las diferentes reuniones que hemos mantenido con amigos —y algunas cosas que el propio Gobierno sugiere— proponemos:

a) El que rompe paga, con su trabajo.

b) Alimentarlos por los carceleros, con lo que evitamos el tráfico de comidas y el manejo de pabellones con los consabidos manejos de los más fuertes.

c) La ropa de cama deberá ser provista por su familia.

d) Prohibir las vistas de cercanía, las visitas en locutorios a través de un vidrio sin contacto físico  (sugerido por Mujica).

e) Penalizar los motines con pérdida de visitas por períodos importantes de tiempo y con la pérdida del instituto de la libertad anticipada.

f) Separar a los delincuentes pesados, especialmente los traficantes de droga.

g) Instalar en los penales bloqueadores de las señales celulares.

En definitiva, están presos.

h) Destinar el peculio por el trabajo de los presos a un fideicomiso destinado a las víctimas y a sus familiares.

i) Visto las habituales fugas de prisioneros cuando están recibiendo atención hospitalaria, ser muy duros con los guardias destinados al efecto, no sólo un reto de sus jefes sino sanciones graves, hasta la prisión por no cumplir con su deber.

Son aportes en los que sabemos que muchos orientales de bien coincidimos.

 
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