Indignante
Liber Trindade
 

Indignación.

Sinónimos: Ira, cólera, irritación, enojo, enfado. Antónimos: tranquilidad, pasividad.
«La indignación designa el enfado provocado por una situación injusta. Ira, cólera e irritación designan un enfado violento, generalmente acompañado de la pérdida de dominio de uno mismo».

—Diccionario Manual de Sinónimos y Antónimos de la Lengua Española Vox. © 2007 Larousse Editorial, S.L., citado en http://es.thefreedictionary.com/indignación.

 
 

Tal vez las últimas palabras definan totalmente lo que experimenté este sábado, «pérdida de dominio de uno mismo», tal vez dicho con mis palabras por un momento me quebré totalmente. Es allí cuando te tenés que retirar unos metros solo contigo mismo para poder respirar profundamente, porque tus ojos se llenan de lágrimas, tu garganta se estrangula, te cuesta respirar, porque lo que estás viendo no debe estar pasando, pero sin embargo allí está.

Lamentablemente esta no es una sensación casual, es la que me han provocado demasiadas veces las recorridas por los barrios, al ver tanta injusticia. Cómo no quebrarte al entregarle un audífono a una señora de cuarenta y un años que está amamantando a su bebé, a quien nunca oyó llorar porque no puede acceder a este elemento que le dará calidad de vida en lo más sagrado que es la maternidad. Cómo decirle a su esposo que no te agradezca nada, que lo hacemos de corazón, mientras oímos su relato de las horas y horas que maneja un taxi para llevar unos mangos a casa y ver los ojos de ambos junto a esa pequeña criatura de poco más de un mes.

Pero este sábado lo que estaba viendo tenía una connotación distinta, ahora no estaba en Piedras Blancas, sino que estaba allí en la calle Madrid y Magallanes, a escasos metros del Palacio Legislativo. Jorge Castro ya me había comentado del lugar cuando lo fotografió y posteriormente denunció la situación al Concejo Vecinal, pero como ninguna medida se había tomado decidimos ir nuevamente.

Allí conversamos con un mujer de poco más de treinta años, quien estaba con sus niños, la más pequeña de dos años. Hace diez que vive allí —antes lo había hecho su padre, ya fallecido— en su rancho de cartón, con algunas maderas y chapas y un pequeño sendero que la separa de una montaña literal de basura que ocupa todo el largo del terreno, alcanzando unos tres a cuatro metros de altura, y que es alimentada desde un edificio lindero que está ocupado por intrusos.

Subí a esa gran montaña, desde la cual perfectamente se divisa en toda su magnitud el Palacio Legislativo, en el que hay noventa y nueve diputados y treinta senadores, más un ejercito de cargos de confianza, muchos de los cuales saldrán en sus autos por la calle Madrid y tomarán Magallanes rumbo al sur de la ciudad, el punto a donde se mudan varios que antes de asumir vivían junto a la pobreza, allí donde hay barro. Pero resulta que en este terreno también pisás bastante barro y en especial arriba de esta gran montaña pisás mucha materia fecal, una especie de pozo negro abierto que refleja la mayor de las miserias humanas, una escena medieval en pleno corazón de Montevideo, en pleno siglo XXI.

Cada sábado recorro los barrios con mis hijas de dieciséis años y con alguna amiga, porque lo hacen con cariño. ¿A qué adolescente vas a levantar un sábado a primera hora para salir a pasar frío, para ver este tipo de escenarios? Sin embargo creo plenamente que esta es parte de la enseñanza, eso que es lo único que les puedo dejar valioso en esta vida, relatos de cosas que uno pasó y que no quiere que a ellos les suceda, además de ayudar a otros para que tampoco tengan que atravesar por eso.

Esa pila de basura me trajo recuerdos de la infancia en Salto, de un terreno al que nos mudamos con un barranco y mucha basura, donde yo criaba mis pollitos, del Montevideo que conocimos con muy poca comida, con un latón y un jarrito para bañarnos porque no teníamos agua, también allí a pocas cuadras, a media cuadra de 18 de Julio, pero nada de todo eso se compara, porque teníamos muy claro el significado de la familia, de cuál era el camino que debíamos transitar.

Hoy realmente la situación de nuestro pueblo es terrible, cruzábamos la calle y conversábamos con otras familias que también habían tomado un terreno baldío, limpiaron su pastizal y se instalaron allí, con muchos niños, con alguno en viaje, con un padre al que ya no verán por estar entre rejas «por drogadicto», según nos contaba su mujer, que no lo quiere ver más. Nos dicen que el Gobierno ha hecho cosas, tienen la asignación y las XO, aunque hace más de una semana los niños no van a la escuela de la calle La Paz porque el techo se llueve y suspendieron las clases. Ni siquiera pueden ir ya a comer, una cosa terrible, teniendo en cuenta que para muchos niños esa comida representa la única del día.

Unos metros más y conversamos con otra mujer, de menos de cuarenta años, siete hijos todos a 500 km criándose con la abuela, producto de su consumo de pasta base. Trabajan para poder consumir, se horrorizan de las cosas que pasan, de hombres mayores que paran a levantar adolescentes que se prostituyen para conseguir unos mangos para drogarse, las bocas de pasta base están allí en toda la zona.

Pensar que arranqué la nota con la palabra «indignación», esa que se ha usado tanto estos días incluso para dejar cargos, porque un presidente impresentable juega al lunfardo, al punto de que los gurises dicen para qué van a estudiar, si cualquiera puede ser presidente, sin haberse roto el alma estudiando.

«Indignación», qué palabra tan mal usada por estos días, indignación es ver a esta niña de la portada mirando esa gran montaña de basura, la que, si no hacemos algo, será su gran cumbre a escalar en la vida.

Soy un convencido de que la única oportunidad que tenemos de revertir esta situación es no perdiendo la sensibilidad de indignarnos por las cosas realmente importantes, trancando fuerte, hablando con altura pero con dureza, dejando el alma, educando con el ejemplo, apretando una mano, dando un beso, estamos fermentando una situación muy jodida que hay que desactivar, no le erremos nuevamente en cortar el cable colorado, que es el que transporta la esencia del batllismo, el escudo que necesita toda esta gente, pero se logrará si y solo si elegimos los mejores hombres y mujeres que respondan a este desafío.

 
 
Al principio de la página | Todos los artículos | Todas las notas de Liber Trindade

 

Otros artículos en la edición Agosto 2012
Números anteriores | Todos los artículos | Todos los columnistas
 
Editorial Agosto 2012: Los zapatos del Pepe

Liber Trindade

 
Dos años de las alcaldías

Jorge Castro Latorre

 
Ley de fertilidad

Wendy Puig

 
¡Chau, Ana!

Miguel Rodríguez

 
HPV

Claudia Groba

 
Seguridad mientras conduce

Ramiro Gómez

 
Montevideo Contigo (VI)

Liber Trindade

 
Asistencias de diputados colorados
Liber Trindade
 
La Isla de Flores

Alejandro Marana

 
La democracia incipiente de México

Grisel Io

 
Cosas de todos lados

Ramiro Gómez

 
Congreso de Jóvenes PROBA
Florencia Pírez Carballo
 
Monumento a Luis Batlle Berres
Liber Trindade
 
 
Números anteriores | Todos los artículos | Todos los columnistas
 

 

 

Archivo | Artículos | Lectores | Créditos
Las imágenes y opiniones vertidas en los artículos y espacios contratados son de exclusiva responsabilidad de sus autores
© 2012 Al día