Seguridad en la ciudad y el campo
Liber Trindade
 

Esta semana acudimos a visitar a unos vecinos de edad avanzada de la ruta 86, km 47, en Pantanoso del Sauce, que nos llamaron porque la última tormenta les arrancó el techo y han estado haciendo las llamadas al Municipio para obtener unas chapas, ya que con los 4500 pesos de jubilación que cobran se les hace imposible comprarlas, y necesitan respuesta urgente porque no pueden dormir en su casa, pero además no pueden dejar sus pertenencias solas porque les roban todo.

Luego visitábamos una familia en la ruta 82, km 45, también en Pantanoso del Sauce. Hace justamente dos años, un sábado a las 9.30 de la mañana, ingresan unos individuos a robarlos. Al señor de ochenta y dos años le dan un escopetazo en el medio de la frente y a su esposa Haydé la muelen a palos hasta dejarla inconsciente para que diga dónde está la plata, la que se salvó porque pasó una niña pequeña y dio aviso. Su hijo sigue hoy con el negocio de ir al monte a buscar leña, para luego venderla en la costa, su mamá hoy con ochenta y tres años le contaba a mi esposa lo mal que se sentía y que solo seguía viviendo porque es lo único que tiene su hijo. Cuando regresaba oía el relato de una situación similar en otra ruta al ingreso a Pando y en estos días le quitaron la vida a un productor de Progreso. Ya la situación no se limita a nuestra capital, sino que tampoco la gente de nuestro campo puede vivir en paz.

Desde que tengo uso de razón he oído hablar miles de horas en todos los medios de los derechos humanos. Hoy me gustaría saber en qué categoría se cataloga a los gurises que van a estudiar, al padre o la madre que sale a laburar, al comerciante que vive detrás de un mostrador o al pobre viejo que va a cobrar la jubilación, por qué ellos no califican para los derechos humanos que aplica este Gobierno, por qué una fuerza política que tiene mayorías parlamentarias, que prácticamente le permiten hacer lo que se le dé la gana —más allá de desconocer la voluntad popular como lo ha hecho—, ve cómo perdemos vidas día a día por distintos motivos y sin embargo no hace nada para evitarlo.

Segura y muy tristemente seguirán siendo asesinados ciudadanos por estos días, pero al Estado poco le importará, porque estarán todos con sus cabecitas pensando en el acto del 21 de marzo, donde el Estado se hará cargo por sus actos en los años 70, con el eslogan de que debemos acatar la sentencia de un organismo internacional, como lo hemos hecho temerosamente acatando lo que nos impone la OCDE en un gran circo para los intereses de Argentina. ¿Saldrá el Estado en algunos años a pedir perdón por no haber ejecutado las acciones necesarias, por no cesar a tiempo al ministro Bonomi, por mirar las estadísticas desde el punto que mejor le conviene? Y si así fuera, ¿esto le devolverá a las familias sus muertos, sus años de sufrimiento?

Vender eslóganes llevó al Frente Amplio a ganar el Gobierno, poco han hecho y lo que han hecho es justamente lo que decían que estaba mal. Para terminar, al general Líber Seregni lo han homenajeado con su nombre en una plaza y han cambiado por su nombre el de la ruta Interbalnearia, entre otros tantos destaques. Lo invito a ver un video [ver nota aparte] donde expresa lo que él pensaba con respecto al perdón en el año 2000. Tal vez deberían homenajearlo ahora respetando lo que él pensaba.

«Las instituciones no piden perdón»

Fragmento de una entrevista realizada al general Líber Seregni en el año 2000, en el programa «Agenda confidencial», conducido por el periodista Néber Araújo (http://www.youtube.com/watch?v=9GBUh4GQ7ig).

Líber Seregni: «Yo entiendo […] la necesidad de pedir perdón como un proceso individual en el cual cada uno de nosotros, consigo mismo, pensando consigo mismo, en un proceso de espíritu, llega o no llega a la conclusión de que cometió una falta, o un delito tremendo, una aberración, y siente consecuentemente la necesidad de pedir perdón por esos hechos cometidos. Y digo, esto yo lo entiendo que es un acto individual, y por lo tanto, que no es extensible a las instituciones. El Ejército es una institución, las instituciones no piden perdón. Nadie puede pedirle a las instituciones que pidan perdón. […] ¿Es que alguien puede pensar que la Universidad pida perdón? ¿Es que alguien puede pensar que el Parlamento [pida perdón], que en estos hechos […] tuvo participaciones por omisión o por acción? ¿Alguien puede pensar que la Justicia pida perdón? Néber, miles de ciudadanos uruguayos, yo entre ellos, fuimos sujetos a juicios. Bueno, ¿y ahora qué? ¿Que la Justicia pida perdón? ¿Por esas aberraciones que se cometieron? No, vamos a separar. […] ¿Fue el Ejército? No, fueron aquellos que ocupaban cargos en el Ejército, que violentaron sus votos de respeto a la patria y de sostén de las instituciones y aquellos que cometieron actos aberrantes, son ellos los que tienen que, en ese proceso individual, llegar o no a la necesidad de pedir perdón. Hay ejemplos, acá y en Argentina».

Néber Araújo: «Pero ¿no tendría que haber en ese caso una simetría? ¿Los líderes del Movimiento Tupamaro…?».

Líber Seregni: «De todos lados, Néber. Por eso mi llamado es a que cada quien valoremos ahora, 'bueno, ¿qué entiendo yo por derechos humanos?', porque hemos reclamado derechos humanos propios, pero ¿y los derechos humanos de los demás?».

 
 
 
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