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Claudia Groba

«No puedo dejarlo»

Cuánto significado para una palabra del latín que refleja un problema social que nos involucra a todos: esclavo, no sentir dolor, no poder decir.

A veces no podemos evitar pensar en su pobre familia y los sacrificios que hicieron para criarlos, y aun así... allí los ven, tirados en una esquina como un estropajo humano, sin siquiera poder entrar a su casa, por haber robado a su familia lo poco que les quedaba. O en esa mujer que arruinó a su marido por jugarse todo en el casino, sin pensar en sus hijos.

Fácil es hablar, ¿pero cómo terminamos así?

¿Qué es adicción?

Es una patología crónica, progresiva, persistente y de dependencia. Afecta al cerebro, es tratable y una recuperación es posible. A ella se llega como resultado de múltiples factores biopsicosociales, genéticos y ambientales que interactúan de manera compleja. En el cerebro tenemos neurotransmisores (sustancias químicas naturales) responsables de la motivación, las emociones y los instintos, y también median en el estado de ánimo provocando euforia o desgano. Los cambios neuroquímicos que suceden en el individuo son los que producen los desórdenes adictivos.

Las drogas, así como las conductas adictivas, afectan a estos neurotransmisores y el cerebro comienza a producirlos de manera deficiente o en exceso. Por lo tanto la persona vulnerable recurre al efecto ilusorio que las drogas proponen al no poder poner en palabras las angustias vitales.

Los tipos más frecuentes de adicción son categorizados en: adicciones de conducta (adicción al juego, a las tecnologías, al sexo, a las religiones y sectas, al trabajo, al ejercicio físico, a las relaciones disfuncionales, a las compras —comprador compulsivo—, etcétera), y adicciones de ingestión (adicción al tabaco, al alcohol, a la marihuana, a los psicofármacos, a la cocaína —y su pasta básica—, a las anfetaminas, etcétera). Estos trastornos pueden no aparecer con diferenciación clara o pueden coexistir, ya sea con otra adicción, o con una patología psiquiátrica.

¿Cómo detectarlas?

Como todas las energías y los pensamientos de la persona están enfocados en satisfacerla, podemos percatarnos de los signos que presentan y detener cuanto antes este proceso ofreciéndole ayuda.

Los cambios en el aspecto físico y emocional son notables: deterioro del aseo personal y vestimenta, aumento o disminución de peso, agotamiento, ojos enrojecidos sin causa aparente, insomnio y somnolencia, ansiedad, depresión, irritabilidad e impaciencia, rigidez de pensamiento, disminución del índice académico o laboral, tensión y discusiones permanentes en la familia, comunicación evasiva, alejamiento de relaciones sanas y habituales, pérdida inexplicable y frecuente de valores del hogar, y ausencia sin aviso a compromisos antes ineludibles.

Así se va produciendo un deterioro en la calidad de vida debido a las consecuencias nefastas de la práctica adictiva, que se realiza a pesar del daño personal y familiar. La negación constante de estos hechos solo sirve para «desconcientizar» al adicto del aniquilamiento que tiene en su vida. Persiste un estancamiento emocional por los cambios bioquímicos antes mencionados, así como una actitud de intolerancia a algunas emociones encontrando en la adicción una forma de anestesia emocional.

Por eso es importante tomar conciencia de que cuando se comienza a depender de algo o de alguien para sentirnos bien, podemos estar frente a un trastorno adictivo.
Si así te sientes, por favor cuéntaselo a alguien, la puerta está abierta para tu salida, ¡y el alivio más cerca de lo que piensas!

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