Sr. Presidente
Jorge Benedykt

 

Sobre el conflicto palestino-israelí, las mayorías y las minorías.
 

Sr. Presidente:

Me dirijo a usted porque el canciller Luis Almagro como ciudadano y como político apenas pasará por la historia como tantos otros políticos que pasaron. Pero usted, Sr. Presidente, usted sí pasará a la historia.

Tergiversando sus palabras, al final, ¿cuál es el problema? ¿Las mayorías que se defienden o las minorías que las atacan? Al final, ¿cuál es el problema, que sea mayoría o minoría? ¿O el problema es quién ataca a quién?

¿Cuáles son las mayorías y cuáles son las minorías?

En las últimas semanas se ha hablado, escrito y discutido en relación a la necesidad y urgencia en defender a las minorías. Se ha visto en la televisión los abusos de facciones extremistas cometidos contra minorías, se han escrito infinidad de artículos condenando a grupos religiosos, extremistas y Estados por sus abusos e inclusive llamarlos «genocidas», «asesinos», y hasta de cometer «crímenes de guerra». Pero ¿quiénes o cuáles son las minorías?

Pongamos dos ejemplos simples y actuales. El Estado de Israel ha sido calificado de «genocida» y de cometer «crímenes contra la humanidad», así como los extremistas suníes de ISIS, miembros del autodenominado «Estado islámico», arremeten criminalmente contra sus hermanos yazidís en Irak al igual que contra cristianos, turcomanos y otras minorías. ¿Minorías? Solo en junio de este año ISIS dice haber matado 1 700 chiitas en este país además de los miles de alauitas «infieles», según los integrantes de ISIS que han asesinado, torturado y violado en Siria. ¿Quiénes aquí son mayoría? Lo mismo ocurre en África con el terrorismo de Boko Haram —minoría— y en otros países donde las mayorías —¿mayorías?— abusan y cometen verdaderas masacres contra las minorías.

Pero, si así es, ¿cuáles son las minorías? Si usamos la lógica y la historia, podemos concluir que los judíos son una minoría, ya que actualmente son aproximadamente 13 millones en el mundo y que antes de la Segunda Guerra Mundial eran 17 millones, de los cuales un 35 %, 6 millones, fueron asesinados por la mayoría nazi en los campos de exterminio. Lo mismo ocurre con el Estado de Israel, ya que su población de 8 millones de habitantes, formada mayoritariamente por judíos, cristianos y árabes, está rodeada por más de 120 millones de islamitas, en su mayoría amigables hacia el Estado de Israel, pero cuyos gobiernos en 1967 no dudaron en atacar a la minoría israelí. Pero hoy, ¿cuál es el grupo minoritario? ¿Los judíos de Israel o los grupos fundamentalistas radicales y terroristas que lo rodean? ¿Hamás, Hizbulá, Yihad Islámica, Refah Partisi, la Hermandad Musulmana, etc.?

Si sumamos la cantidad de miembros que componen estos grupos veremos que aquí la minoría son los judíos de Israel y los constantes ataques que estos grupos terroristas perpetran contra el Estado de Israel con cohetes dirigidos a zonas habitadas por civiles, escuelas, granjas, atentados con hombres o coches bomba en bares, hoteles, discotecas, secuestros y asesinatos contra civiles judíos israelíes, podemos concluir que estos grupos, mayormente asociados a la Hermandad Musulmana, apoyados y patrocinados por países como Irán, Catar y Turquía, son los verdaderos «genocidas» y la mayoría que está «masacrando» y cometiendo «crímenes de guerra». Y lo peor, no solo no lo niegan, sino que lo dicen para quien los quiera escuchar —y para quien no quiera—  y lo escriben en sus libros de estudio y en sus «leyes fundamentales» y sus consignas: exterminar al pueblo judío, hacer desaparecer del mapa al Estado de Israel y borrar al Estado sionista del mapa, a lo cual, si esto algún día ocurriese, le seguirían con la misma suerte los cristianos, budistas, evangélicos, ateos, agnósticos, sin importar si son de izquierda, de derecha, demócratas, comunistas o seres humanos de cualquier raza, credo o perfil político o si son niños, mujeres, hombres, jóvenes o ancianos. Solo sobrevivirían los musulmanes radicales, que como se puede ver hoy en día en las noticias de Irak, Somalia, Sudán y Siria, siendo minoría no dudan en ejecutar a cualquiera, inclusive árabes musulmanes que, aunque sean mayoría, no pertenecen a sus tribus, o mejor dicho, que quieren conquistar adeptos a sus creencias fanáticas y extremistas por medio de la fuerza, del terror y de ataques sanguinarios.

Entonces, ¿quién es en este caso la minoría? ¿Quién es el agredido y quién el agresor? ¿Quién está cometiendo crímenes de guerra? ¿Quiénes son los genocidas? ¿Los que están mejor armados y pueden defenderse? ¿O los que aunque tengan menos armas las utilizan todos los días durante años para intentar exterminar un pueblo que quiere vivir en paz?

De acuerdo con lo que dicen los extremistas terroristas, cada ser humano que está a su lado es un «soldado» que debe dar la vida y su sangre en defensa de sus creencias y de su territorio, sea hombre, mujer, niño o anciano. De lo contrario es enemigo y debe morir.

Pues el pueblo de Israel piensa igual, pero con una enorme diferencia, los soldados son, en su inmensa mayoría, jóvenes, hombres y mujeres, pero sus niños y ancianos no son «carne de cañón», son protegidos y defendidos por sus soldados y su Gobierno, soldados jóvenes saliendo de la adolescencia con el deseo de seguir sus vidas, formar familias y de llegar a su vejez en paz, sin obligar a nadie a seguir sus credos o religión, sin el deseo de vivir toda su vida bajo una constante y diaria lluvia de misiles, apenas con la voluntad de ser aceptados, respetados y reconocidos como pueblo, como humanos y como nación.

Tener la fuerza y la tecnología para defenderse como Israel la tiene es una ventaja. No usarla frente a una agresión periódica y constante sería una estupidez, una inconsciencia, una irresponsabilidad y una falta de respeto y amor por sus ciudadanos.
Muchos de los que hoy están acusando de genocidio o crímenes de guerra están errando feo su puntería o están apuntando hacia el lado equivocado, así como se equivocan cuando hablan de mayorías y minorías y, por extensión, culpan siempre a las mayorías sin analizar el contexto general.

Usted, Sr. Presidente, tengo la absoluta certeza de que pasará a la historia por muchas razones. Usted ha sido un revolucionario que empuñó las armas para defender e intentar imponer sus ideales en nuestro país. También supo cambiar las armas por el diálogo y demostró ser un revolucionario en la política y así llegó a ser presidente. Bajo su Gobierno se legalizó el aborto, la unión civil entre congéneres, la marihuana para uso medicinal controlado. Esto, Sr. Presidente, a mi modo de ver hace de usted un ciudadano y presidente visionario y un adelantado en tiempos modernos. Creo que por todo esto, independientemente de estar o no de acuerdo con su pasado o su presente, usted, Sr. Presidente, merece mi más amplio respeto.

Lo que me cuesta aceptar es que, por el simple hecho de que tengamos buenas relaciones con otros países de nuestro continente como con Venezuela, Brasil y Argentina, tengamos que repetir nuestra condena al Estado de Israel porque ellos lo hacen.

A esto, al actuar de ese modo, en Brasil se lo conoce por la siguiente frase: «María vai com as outras». Esta frase quiere decir en pocas palabras y en nuestro idioma español que, aunque María no sabe para qué, por qué, ni adónde van, si las otras van, ella también va para seguir a las amigas.

Sr. Presidente, estoy seguro de que usted no es como María, estoy seguro de que si abre su mente, cierra sus ojos y por algunos instantes imagina que su país y sus ciudadanos hombres, niños, niñas, ancianos, trabajadores, sufren varias veces al día el terror de sentir las sirenas tocando y deben dejar todo lo que están haciendo y correr a refugiarse en algún lugar por si les cae un misil matándolos o carbonizándolos dentro de sus automóviles, casas, escuelas, hospitales o simplemente caminando por las calles, usted, Sr. Presidente, no dudaría un instante en usar todo lo que tuviera a su alcance para frenar e impedir que esto siga ocurriendo.

Así como en su momento usted tomó las armas como la única alternativa que en aquellas circunstancias consideró que era la forma de defender sus ideales, tengo la absoluta convicción de que hoy, si usted estuviese en una situación extrema como lo está Israel y sus ciudadanos, judíos y no judíos, bajo la amenaza constante de un grupo terrorista como Hamás que, durante los últimos cinco años y después de que Israel se retirara civil y militarmente de la Franja de Gaza, continuó lanzando cohetes a la población civil a un ritmo de más de veinte por día, volvería a tomar las armas de que dispusiera para defender y proteger a su país y su población.

Lamentablemente hoy, Sr. Presidente, hay demasiadas guerras, todas ellas injustas y desnecesarias, Siria con más de 150 000 muertos, en su inmensa mayoría civiles, Irak con miles de muertes sin sentido, Sudán, decenas de miles de muertos, la mayoría civiles, Nigeria, Ucrania y separatistas prorrusos, curdos… La lista sería larga y sin ninguna lógica para nosotros que vivimos en paz y en una realidad dentro de la cual no nos es fácil aceptar una rapiña, un asesinato en un asalto a un supermercado, cuánto más imaginar cohetes cayendo en nuestras casas, sirenas tocando, cristianos siendo degollados y sus cabezas clavadas en estacas, suníes matando shiitas a millares, shiitas matando a suníes, árabes matando a árabes, terroristas secuestrando centenas de niñas, palestinos pidiéndole a sus hermanos egipcios para que levanten el bloqueo sin lograr una respuesta positiva, hombres bomba inmolándose en bares, restaurantes u ómnibus para asesinar la mayor cantidad de civiles inocentes posible.

Sr. Presidente, sin entrar en cuestiones políticas o partidarias ya que yo no soy ni político ni pertenezco a ningún partido, le ruego, deje de pensar en mayorías y minorías, deje de considerar a Israel como un Estado criminal, y considere que el pueblo palestino es un buen pueblo, pero que quien está cometiendo el verdadero genocidio es una minoría, la minoría de Hamás que obliga a su pueblo a sufrir, a morir y a servir para fines sin ningún interés por la paz. Y esto no lo digo yo, lo dicen los propios árabes.

Quizá debería pensar como el presidente Correa de Ecuador cuando dijo que Israel debe ser un ejemplo para los países de América Latina. Una democracia donde conviven pacíficamente judíos, cristianos, árabes —inclusive palestinos—, socialistas, comunistas, demócratas, derechistas y donde hasta en su parlamento hay representantes palestinos y musulmanes a pesar de ser un Estado judío, y es el único país donde históricamente el socialismo funcionó y sigue funcionando en muchos de sus kibutz donde trabajan y conviven lado a lado hombres y mujeres de diversas nacionalidades, inclusive muchos uruguayos que aún festejan todos los años el 25 de agosto, día que se conmemora la Declaratoria de la Independencia del Uruguay.
Estoy seguro, Sr. Presidente, de que usted es capaz de entender la realidad. No necesita disculparse por lo dicho en el pasado reciente, la historia lo juzgará, pero le pido encarecidamente que comience a condenar con mayor énfasis a los verdaderos genocidas. Esta sí, Sr. Presidente, será una gran contribución para la tan soñada y deseada paz para israelíes y palestinos y por qué no para el mundo entero que todos queremos ver en paz. ||

 
 
 
 
 
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