La función debe continuar
Leyla Martin
 

Reflexiones luego de las elecciones presidenciales de Venezuela.

Sí, señor; la función debe continuar… ¡Así será!

«La función debe continuar». Esas palabras fueron las pronunciadas por el presidente Hugo Chávez ante la terrible tragedia ocurrida el 25 de agosto de 2012 en Amuay (estado Falcón, Venezuela), hoy la cuarta refinería más grande del mundo, que alguna vez ocupara el primer lugar y que dejó como saldo 55 muertos, 156 heridos y cuantiosas pérdidas materiales.

En el drama que vive esta tierra latinoamericana, los actores se encuentran divididos en dos grupos. Uno que fundamenta su visión en el estudio, el trabajo y el esfuerzo, procurando calidad de vida; y otro integrado por una fracción que piensa que todo debe serle proporcionado por el Estado, aunado a un porcentaje subyugado por diversas causas.

Parecía inminente la victoria del candidato opositor en las elecciones presidenciales celebradas el 7 de octubre de 2012, frente a los errores cometidos por el Gobierno actual que rige el país desde 1998, ¡y que ha sido reelecto para el período 2013-2019!

Henrique Capriles Radonski, un abogado cuya experiencia política no puede colocarse en tela de juicio por sus antecedentes: último y más joven diputado electo por el estado Zulia en 1998 (veintiséis años de edad), vicepresidente del extinto Congreso de la República (hoy Asamblea Nacional) y presidente de la Cámara de Diputados entre los años 1999 y 2000 (el Congreso Nacional de la República se disolvió con la Asamblea Nacional Constituyente en 1999). Fue luego alcalde, reelecto por dos períodos consecutivos en el municipio Baruta del estado Miranda (2000-2008) y posteriormente gobernador de dicho estado (2008-2012). Su candidatura nace de la postulación como precandidato presidencial que gana las elecciones primarias de la Unidad (respaldo de un grupo de partidos entre los que figuran los tradicionales protagonistas del antiguo bipartidismo: Acción Democrática y Copei), realizadas el 12 de febrero de 2012. Ha sido vinculado por el oficialismo, en su intento desmedido por perpetuarse en el poder, con la más rancia oligarquía venezolana de lo que ha llamado la IV República, pues su familia está relacionada con el sector empresarial y productivo de Venezuela (Chávez se atribuye la creación de una V República que arrasa con todo lo anteriormente vivido y escrito en la historia de la nación). Lo ha insultado por su procedencia judía y hasta ha esparcido dudas sobre sus inclinaciones sexuales.

Todas estas acusaciones desprestigiando al aspirante con el más absoluto irrespeto, considerada la majestad de un mandatario ante su principal contrincante, parecieran haber surtido en buena parte el efecto deseado por el presidente actual, amén de lo ya señalado más arriba sobre la división de la sociedad venezolana, cuyas causas pudieran atribuirse al aspecto cultural y hasta a razones de tipo racial; pero no es ese el punto de vista desde el que se desea hacer este análisis.

Capriles realizó una faena larga, ardua, minuciosa y extenuante en la que entregó todo de sí, sumando más adeptos a su causa, creciéndose como político y como persona y acercándose a un segmento de pueblo que estaba deseoso de escuchar soluciones prácticas a todas las privaciones que vive a diario y que luego de catorce años han cimentado un vacío amargo y desconsolado.

Mientras, Chávez destacó en su campaña una frase (que se recordará por siempre): «Algunas personas podrían estar inconformes por fallas de nuestro Gobierno, que no arreglaron la calle, que no llegó la luz, que se fue el agua, que no hay empleo, que no me han dado mi casa. Eso podrá ser cierto en muchos casos. [...] Pero lo que está en juego el 7-O [7 de octubre de 2012, día de las elecciones presidenciales] es mayor que la eficiencia en la gestión de gobierno, camarada, nos estamos jugando la vida de la patria». O sea, sin servicios básicos y pasando trabajo lo importante es la Patria, y para ello tienen que votar por mí; a fin de obtener el apoyo que necesitaba, ante las ofertas vulneradas para lo que ha utilizado los recursos del presupuesto más opulento con que haya contado la nación. Capriles contrastando, la desplegó con base en un preanálisis y un plan estratégico multidisciplinario en beneficio de todos sin distinción, que atendería esas carencias y vicisitudes, dando cumplimiento a las intenciones inconclusas por parte del régimen.

El problema político en Venezuela no es un asunto de derecha ni de izquierda, sino de un presidente que, después de haber dado como militar un golpe de Estado frustrado en 1992 que le permitió darse a conocer, ganó las elecciones en 1998 (luego del indulto conferido por el entonces presidente Rafael Caldera) y ascendió al poder como producto de las circunstancias presentes por los procesos especiales y terribles para aquel momento, de desidia, corrupción, politiquería e irregularidades acumuladas durante un extenso período en el país y el abandono por los gobernantes de turno de los más desposeídos, lo cual lo convirtió en un bien necesario para 1998. Pero su mandato se ha cifrado en miles de promesas que no han sido cumplidas en la medida deseada para quienes creyeron en él y en absoluto para el otro segmento de la población, que hoy, en 2012, lo han convertido en un mal innecesario dado que las características, no exclusivamente nacionales sino mundiales, son muy diferentes.

Se vislumbraba que luego de catorce años y ante este panorama, el clamor era: cambio, y la aparición de un candidato opositor como Henrique Capriles, joven, enérgico, conciliador y que iba sembrando esperanza había aglutinado a la mayoría.

Hoy, luego del proceso electoral, vemos que el desenlace es otro. Durante su mandato, Chávez, a pesar de todos sus errores, mediante sus discursos y ofrecimientos ha colocado permanentemente al sector más marginado (que constituye un número muy considerable) en el tapete, manteniéndole el sentimiento de que feliz y finalmente una especie de Mesías se acordó y le dará solución a todo lo que espera de «Papá Estado», lo cual viene prometiendo desde que ascendió al poder y que no se ha concretado.

Por otra parte actuó la presión ejercida sobre los funcionarios públicos ante el temor de la revelación del voto, las regalías del Gobierno, la maquinaria política, la fabricación de una matriz de opinión manipulando encuestas y además la publicidad de última hora mediante la construcción a toda prisa de viviendas que en teoría serán adjudicadas a los cientos de damnificados que todavía se encuentran en refugios, etcétera.

Con más del 80 % de participación, acentuada en los sectores populares más que en la clase media, superando los altos niveles de abstención en similares comicios anteriores, la vida política, social e internacional continúa y para bien o para mal de todos los venezolanos y extranjeros que residen en el país, después de una demostración de civismo pese a todos los obstáculos, se puede inferir que la madurez alcanzada en el terreno político por la ciudadanía le ha hecho entender la dimensión de lo que enfrenta y seguramente fortalecerá un empeño que, aunque con un desgaste tremendo por el tiempo dedicado y la decepción, se tiene que seguir dando en Venezuela.
Muchos son quienes siguen acompañando al Presidente, bien sea por la ingenuidad, porque han sido favorecidos con alguna de sus prebendas o lo más triste de todo, por «conchupancia»* con un Gobierno que ha resultado ser, en comparación con los anteriores, el más corrupto, el más chabacano, el más irrespetuoso, el que ha mantenido en zozobra constante al país por los interminables conflictos que propicia, arrebatándole la paz, la fraternidad y sumiéndolo en la inseguridad más atroz jamás vivida.

Ante viejas penurias y expectativas que no ha satisfecho para el total de la población el Socialismo del siglo XXI —tan cacareado por Chávez—, el Presidente insulta a diestra y siniestra a sus opositores mientras todos quienes todavía le siguen aplauden, en tanto que Capriles distinguió su campaña con un acento de altura y respeto, dirigiéndose de forma sencilla y cercana, sin exclusiones por militancia en partidos políticos y la unión de todos, sembrando confianza en que la vida del venezolano puede ser mejor, que hay posibilidades para un superior futuro y que hubieran podido ser acometidas en su Gobierno todas las carencias de la gente, tales como empleo digno, educación de calidad, viviendas, atacando especialmente la crisis de energía eléctrica que ha ido en ascenso, y sobre todo, seguridad para jóvenes y adultos.

Estos solo fueron los nuevos ofrecimientos que quedan para la historia ante el cuarto triunfo de Hugo Chávez… y sí: la función debe continuar; ahora con la perspectiva de un país que aspira y ve como posible un porvenir de progreso y bienestar que para materializarse deberá dar paso a una nueva generación de políticos con rejuvenecidas ideas y una modernizada forma de hacer la política con vista al futuro y no al pasado, subrayada con un talante democrático indiscutible por parte de los ciudadanos, y para ello solo podemos persistir en la lucha…

 
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