Copa del Mundo en Brasil: la visión de un trabajador brasileño
Diego Latorre
 

Lo que tradicionalmente es una fiesta en Brasil, hoy está empañado por las manifestaciones, los excesos policiales y las carencias en salud, educación, transporte, vivienda, seguridad y otras esferas de la vida de los brasileños.

El brasileño es un apasionado por el fútbol, es un deporte culturalmente cultivado por los corazones, los cuerpos y las mentes de las masas de la población. La Copa del Mundo siempre ha sido motivo de gran alegría y relajación, se adornaban las calles, en los barrios eran atadas banderas por todas partes, los gritos de alegría en los juegos y un montón de música popular brasileña dictaban el ritmo de la selección canaria.
En 2007, cuando el Gobierno de Lula (Partido de los Trabajadores [PT]) estaba celebrando la venida de la Copa del Mundo a nuestro país, él y todos los demás gobiernos prometieron que el evento dejaría una «herencia» importante al país. El brasileño sufre mucho con las estructuras públicas de baja calidad, la salud, la educación, el transporte, la vivienda, la seguridad pública, áreas recreativas, entre otras muchas esferas primarias de la vida humana. Lo que se dijo a la gente era que la venida de la Copa Mundial traería enormes logros en estos sectores, así como una gran cantidad de inversión, dinero y oportunidades. Los líderes dijeron que iban a invertir masivamente y mejorar la vida de las personas después de la aprobación de la Copa FIFA.

En junio de 2013, durante la Copa de las Confederaciones, un evento importante, como una prueba para la Copa Mundial, la población brasileña explotó en voz de protesta, ganando las calles y atrayendo a grandes multitudes de descontentos con el rumbo del país. Estaba claro para todos los brasileños, en especial para los más explotados y oprimidos, los trabajadores precarios, los jóvenes, los negros, los indios, las mujeres, los homosexuales y los residentes de los suburbios, que no se realizaron inversiones, nada había cambiado en sus vidas, los casos de corrupción en las obras de los estadios, la muerte de al menos ocho trabajadores en sus edificios, la extrema violencia de la policía militar para garantizar el desalojo de comunidades enteras en los barrios cercanos a los partidos de fútbol, los exorbitantes precios de las entradas, la privatización de los aeropuertos y los trenes además de sectores de infraestructura destinados a la Copa Mundial, incluyendo el amado estadio Maracaná, el estadio «del pueblo», después del uso de dinero público para renovarlos y ampliarlos, fueron la última gota de agua para el brasileño salir del tradicional comodismo y ganar las calles.

¡2014 no ha cambiado nada!

Después de los hechos de junio de 2013, los gobernantes y los líderes poderosos del Estado brasileño ganaron tiempo indicando algunos cambios, prometiendo una vez más que habría un legado importante para la sociedad brasileña, si la Copa del Mundo fuera un éxito en el país. La población brasileña no ha comprado este discurso de nuevo, y desde el comienzo del año ha llevado a cabo ma-nifestaciones, ocupaciones, huelgas, eventos, orga-nización de la resistencia a los desalojos y dos ataques ocurridos por la Copa. La sensación de la gente es muy diferente de la habitual en un Mundial. A cuatro días de comenzar el Mundial muy pocas calles estaban decoradas. La gente está disgustada y apática, porque saben que a pesar de ser el más caro mundial de la his-toria de la copas, mu-chos estadios no están listos para el evento, situándose estructuras provisionales para los juegos.

Los casos de brutalidad y el desprecio por los derechos humanos y las libertades democráticas de los brasileños es un caso aparte y muy importante en este período de Copa. Toda manifestación a favor de los fondos públicos para la salud y la educación, el transporte y la vivienda, contra el gasto público para la FIFA y los estadios fueron tratados con violencia extrema, hecho de la policía militar brasileña, todavía reminiscente de la dictadura militar en el país. Las familias desalojadas y la especulación inmobiliaria garantizaron escenas de barbarie con los habitantes de los barrios cercanos a los estadios, incluso muchos niños y mujeres fueron golpeados, puesto que los gobiernos y la FIFA piensan en «limpiar y desinfectar» la pobreza y el pueblo para que el mundo no se dé cuenta de lo que pasa en Brasil en la Copa Mundial. Las expresiones «terrorismo» y una «Ley General de la Copa», aprobada por la FIFA y el Gobierno brasileño requieren la construcción de «tribunales especiales» en las in-mediaciones de los estadios, en los que ni los más básicos derechos democráticos de la po-blación serán considerados. Los manifestantes serán juzgados sin el derecho a la defensa y si son «atrapados en protesta cerca de los estadios», de inmediato serán llevados a las cárceles como en la dictadura.

El ejército está en las calles, ¿qué sucederá en la Copa del Mundo en Brasil?
Todo pue-de pasar en la Copa del Mundo, es arriesgado hacer cualquier pronóstico. Lo que está muy claro es que los gobiernos y la FIFA estropearán la fiesta más popular y querida por los brasileños, la militarización de las sedes ha dejado a la población indignada y enojada.

Hay por lo menos cuatro posiciones que se disputarán en este periodo. El primero es el Gobierno del PT y los partidos de su base de poder, tanto del Frente Popular como de los de derecha que tradicionalmente la integran. Su posición es que el Mundial será un éxito, la «Copa de las Copas», preparan un clima de fiesta que en realidad es poco acepto en las calles y barrios, dicen que el Mundial será victorioso y con muchos elementos positivos para el futuro del país. La segunda es la oposición de grupos de la derecha tradicional, PSDB [Partido de la Social Democracia Brasileña], PP [Partido Progresista], DEM [Demócratas] y grupos de extrema derecha y neonazis. Quieren llevar el Gobierno a un desgaste, apoyando las manifestaciones para llevarlas al terreno electoral en las elecciones presidenciales que tendrán lugar en octubre de este año. Pero son cautelosos, sin ganas de ir mucho más lejos, incluso aliándose con el gobierno del PT contra las manifestaciones, ya que también tienen intereses en las ganancias de la FIFA y las empresas directamente involucradas en negocios turbios de sus partidos y grupos, así como también son ellos líderes en muchos estados y principales ciudades de las sedes de la Copa Mundial. El tercero es el de los grupos de anarquistas y activistas que se oponen a la celebración de la Copa del Mundo. Con el lema de lucha «no van a tener la Copa», tratarán de evitar que ocurra la Copa hasta que se les garantice a las personas democracia e inversión pública directa en áreas clave de la vida social brasileña. Por último, hay quienes consideran la venida de la Copa como irreversible en este tiempo, pero no se callará y saldrán en las calles para protestar durante el evento. Con el lema «en la Copa del Mundo habrá lucha y huelga», estos grupos de en su mayoría trabajadores preparan manifestaciones en todos los juegos y eventos de la FIFA, que incluyen una convocatoria pública a una huelga general para paralizar a todo el país en el período, también para exigir al Gobierno que utilice el dinero público para mejorar la salud, educación, vivienda, transporte, salarios, etc.

Aquí me encuentro a mí mismo, mi pasión por el fútbol me va a llevar a la contradicción expresada en junio de 2014, con una mano seré hincha de la selección para ver los juegos, pero con la otra saldré a la calle para hablar en contra de las injusticias de la Copa porque «en una Copa sin la gente y el pueblo, estaremos en las calles de nuevo». ||

 
 
 
 
 
 
 
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