Crónica del barrio Palermo |
José María Zito |
Historia y legado del barrio Palermo |
«Tamboril con T de Tango» titulaba en una de sus crónicas memorables un maestro del periodismo, como fue el inigualable Julio César Puppo «El Hachero», y sin duda alguna se constituye en algo más que representativo en la forma de expresión y de vivir del barrio Palermo. Hacia 1865, una fotografía tomada del Camino de la Igualdad (tiempo después se convirtió en la calle Yaguarón y actualmente Dr. Aquiles Lanza) que conducía hacia el Cementerio Nuevo —luego Cementerio Central—, mostraba un grupo de casitas muy modestas, en medio de un verdadero «desierto» de terrenos baldíos. En una de esas viviendas, propiedad de una familia de inmigrantes italianos, más precisamente sicilianos, rezaba un cartel «Almacén de Comestibles de la Nueva Ciudad de Palermo», rememorando tal vez su tan lejana ciudad, en Sicilia, donde quizás tantos recuerdos y familiares quedaron a un lado por la esperanza y supuestas oportunidades que brindaba esta naciente República Oriental del Uruguay y es allí, con ese incipiente comercio, donde se detecta el motivo y origen del barrio. «La Nueva Ciudad de Palermo» figura inscripta por primera vez en los alrededores del Cementerio Central, en el plano editado por Mege y Williams en 1862. Andrés Álvarez Daguerre, documentado cronista, indica en uno de sus trabajos, «Glorias del Barrio Palermo», que «el barrio abarcaba de 1895 a 1910 el espacio delimitado por el Río de la Plata por el sur; por el oeste, la calle Arapey (después Río Branco y actualmente Wilson Ferreira Aldunate); por el este la calle Médanos (hoy Javier Barrios Amorín) —en realidad, los médanos de la ciudad y desembocadura del arroyo de ese nombre— y la calle Canelones por el norte». (Como vemos, no aparece el hoy llamado Barrio Sur). Las casas de inquilinato que menciona el citado cronista eran ni más ni menos que los humildes conventillos, densamente poblados por familias integradas por numerosos miembros, por lo general, gente humilde y trabajadora, cuyos jefes eran oriundos básicamente de Italia y España, aunque también de otras nacionalidades, casi todos buenos artesanos y prácticos en diversos oficios. Asimismo, la colectividad de la raza negra era muy numerosa también, lo que llevó a que en estos reductos se conservaran las viejas tradiciones afrouruguayas y por esta razón el candombe quedó ligado a ellos, como el que justamente se denominaba «El Candombe», ubicado en la calle Ibicuy (hoy Gutiérrez Ruiz) y Durazno; «La Facala», ubicado en Isla de Flores entre Salto y Tacuarembó (presumiblemente, para muchos, la cuna de los «Esclavos del Nyanza») y el últimamente desaparecido «Medio Mundo», de la calle Cuareim (hoy Zelmar Michelini) entre Durazno e Isla de Flores (hoy —a esa altura— Carlos Gardel). Independientemente de lo indicado por Álvarez Daguerre, ya a fines del siglo XIX se producía la extensión de los límites del barrio hacia el este, llegando aproximadamente hasta la hoy calle Magallanes (se extendía siete cuadras de lo que era su «eje matriz» —Yaguarón—, equiparando la extensión hacia el oeste), donde empezaba y se encontraba la tranquera de acceso a «La Estanzuela de Ramírez» (posteriormente barrio Estanzuela), propiedad del español, oriundo de Sevilla, José Ramírez Pérez, que tenía su saladero, hasta 1883, en el perímetro comprendido entre Tacuarembó, Isla de Flores, Minas y San Salvador y allí precisamente dentro de ese perímetro, en 1887, se produce un avance importante en lo edilicio en la zona, con la construcción de los edificios denominados «barrio Reus al Sur», divididos por la calle Particulares (hoy Ansina), realizada por la «Compañía Nacional de Crédito y Obras Públicas», que presidía el joven financista español Dr. Emilio Reus, así como también, tres años después, en 1890, se inauguraba la importante obra que dirigió el Ing. Rafael Maggio, destinada al funcionamiento de la Escuela de Artes y Oficios (denominada después Universidad del Trabajo del Uruguay), donde en su entrada posterior, hacia la Av. Gonzalo Ramírez (Camino a la Estanzuela), se encontraba emplazada la Puerta de la Ciudadela de Montevideo, hasta su traslado actual, en la Plaza Independencia. Hacia 1922, cambia bastante la fisonomía del barrio Palermo, ya que su tuteo con el río comienza a perderse con las obras de la rambla costera iniciadas por el presidente del Consejo Departamental de Montevideo, Ing. Juan P. Fabini; para tan monumental obra, se procedió al relleno del cinturón costero, ganando al río muchísimos metros cuadrados y de esta manera desaparecen los típicos «ranchos» palermitanos, lugar de encuentro social de la muchachada del barrio. Muchos de ellos se constituían en «sedes» de distintos cuadros de fútbol que conformaban la liga del barrio. Otra desaparición definitiva fue la de la exclusiva playa con que contaba el barrio, la playa «Santa Ana», que comenzaba en la desembocadura del arroyo Médanos y se extendía hacia el oeste, quedaba definitivamente eliminada por la rambla Sur. |
EL BARRIO PALERMO es sin duda uno de los barrios más tradicionales de Montevideo, por su antigüedad y tal vez por la mística candombera que nos transmite la melodía de un «chico», de un «piano» y de un «repique», al influjo ancestral del iborococó chas chas!, y el ritmo canyengue de un tango bravío y compadrón con nostalgia de arrabal. Un barrio que además se fue forjando desde su origen, con el trabajo de esas pioneras familias italianas y a inmigrantes de otras nacionalidades y familias de raza negra que fueron poblando la nueva «ciudad», conformando un crisol de razas, que por otra parte, fue la esencia misma de la nacionalidad uruguaya, con características propias. Una de las primeras actividades que desarrollaban los pioneros del barrio, una zona de abolengo totalmente costero, era precisamente la pesca y era común que muchos de sus habitantes tuvieran sus «chalanas» para ese fin o también recreativo, pero existía una particularidad, que todas las chalanas de esta zona lucían la combinación de los colores rojo, blanco y azul; generalmente, estaban totalmente pintadas de blanco, con línea de flotación roja y la «baranda» de azul, y es muy probable que de esa costumbre —para algunos, de los legendarios «Nyanzas»— surgen los colores que representarían al barrio en todas sus manifestaciones, fundamentalmente las deportivas, a través de instituciones como Central Football Club —hoy españolizado— fundado en la plazoleta frente al Cementerio que le diera su nombre y que la representación del barrio futbolísticamente se la ganó en una disputa contra el Solís, cuadro «del norte» (Soriano y Ejido) de los hermanos Dacquó, el místico Boxing Club Palermo, fundado por Modesto Augusto «Carlos» Carsolio y que tantas glorias aportó al boxeo nacional, fundado en Médanos e Isla de Flores, pero identificado definitivamente en la esquina de Gonzalo Ramírez y Santiago de Chile (lo que fue Camino a la Estanzuela y Santa Lucía); el C. S. y D. Enrique López, que compitió activamente en los campeonatos de la Liga Palermo y en la actualidad nos representa en baby fútbol y el desaparecido Palermo Basket Ball Club, que tenía su sede y cancha en la calle Carlos Viana, lateral al Cementerio, junto a los hornos de la División Limpieza de la Intendencia de Montevideo.
EN LA ACTUALIDAD, los límites del barrio se han ido cambiando, a nuestro criterio, en forma caprichosa (cada vez nos corren más hacia el este ¡vamos a terminar en Malvín o Carrasco!), en reciente publicación de la Intendencia, Aníbal Barrios Pintos y Washington Reyes Abadie expresan «desde Durazno y Andes, del antiguo Cementerio, hasta Yaguarón, fue extendiéndose el llamado “Barrio Sur”», pero no encuentro nada que sustente este hecho y todo lo escrito precedentemente no tendría ningún sentido, que por otra parte, tiene una sólida base histórica totalmente comprobable. Más adelante, dichos autores señalan: «Ambos barrios, Sur y Palermo, pese a su indudable entrelazamiento de vivencias, igualmente tienen en la visión de sus vecinos una peculiar identidad: los de Palermo sostienen que su barrio va desde Zelmar Michelini hasta Minas y los del Sur que este se extiende desde Ciudadela hasta Zelmar Michelini». Esto último tendría más asidero, a raíz de que la tradición oral nos habla de la feroz rivalidad de las viejas comparsas, entre los Esclavos del Nyanza —genuinos representantes históricos del barrio, ganado legítimamente por sus triunfos en los Concursos Oficiales del Carnaval— con otras comparsas del barrio, como «Los Pobres Negros Cubanos», que en dichos concursos eran «segundones». Tiempo después (1953), de Cuareim saldría también «Morenada» y se dirían «sureños»; por esa fecha, el barrio Palermo contaba con otra comparsa de renombre, «Fantasía Negra». A esta división, a causa de las comparsas, se sumaban los clubes de la Liga Palermo, que tomaron partido y autodeterminaron como eje de separación la calle Cuareim, donde en su esquina suroeste funcionaba el Mercadito Municipal n.° 7 «Palermo» de la Intendencia de Montevideo —cuya edificación se mantiene en pie— y comenzaba allí el Camino a la Estanzuela. Sabedores del dicho de que «una mentira dicha mil veces termina siendo verdad», hoy nos encontramos con afirmaciones al respecto de los límites del barrio, totalmente erróneas. Las nuevas generaciones, que desconocen el origen, son simples repetidoras sin fundamento de una localía que no es real, y para colmo instituciones del Estado, basadas en esta situación, han contribuido a la confusión, como por ejemplo, el Banco Hipotecario denominó al Programa de Viviendas CH Barrio Sur, a los edificios de la calle Cuareim y laterales del Cementerio («pegados» a la cancha del Palermo Basket Ball); la propia Intendencia denominó a la Policlínica «Barrio Sur», cuando la misma está en pleno Barrio Palermo, denominación que se encuentra en franca colisión con históricas nominaciones hechas por dicha Institución en edificaciones (el ya mencionado Mercadito, por ejemplo) y en fotografías del Centro Municipal de Fotografía. Existen hechos y publicaciones antiguas que avalan esto que afirmamos. Nosotros, descendientes directos de inmigrantes italianos que poblaron el incipiente barrio Palermo y a lo largo de las generaciones han y hemos nacido y generado descendencia en el barrio, que hemos permanecido viviendo en Palermo, tenemos muy claro cuál es nuestro territorio, para nada lo inventamos, la historia que avala los hechos y acontecimientos así lo confirman, pero además, tenemos el valor sentimental de ser y pertenecer a un espacio, a un lugar con características propias, a una especie de «patria chica» que heredamos y sentimos profundamente y a la cual llamamos lisa y llanamente: Barrio Palermo. |
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